
martes, 27 de febrero de 2007
“Las intrusiones del adulto en la construcción de la ficción del cuento para niños”

"Mi experiencia en Lengua... como alumno"
Frecuentemente hago escribir a mis alumnos ingresantes al Profesorado reflexionando sobre su experiencia en la escuela, en particular en el espacio curricular de Lengua. Creo que este es un camino interesante para iniciar en ellos la conciencia de la profundidad con que nos marca a todos nuestro paso por el sistema educativo.
Es notable descubrir la fuerza con la que se graban en el recuerdo las vivencias negativas y lo que cuesta superarlas.
Van aquí uno se estos resúmenes sobre los que nos detuvimos reflexionar ... valga para nosotros también.
Dos polos de experiencias escolares:

- Me hacían escribir palabras en un pizarrón, si me equivocaba me pegaban con el puntero.
- Una maestra hacía diferencias, nos hacía llevar un cuaderno de hojas cuadriculadas porque decía que nosotros no íbamos a aprender a escribir más.
- La escuela me gustó hasta que empecé a leer y escribir, era un desastre, la maestra me hacía escribir dos o tres veces algún dictado hasta que lo escribiera sin errores.
- Yo era “dura” y me dejaban de lado, fui perdiendo el entusiasmo.
- La maestra nos pegaba por las manos o en la cabeza con la regla de madera.
- Una maestra era muy mala, me miraba y yo temblaba.
- La maestra nos hacía leer el Martín Fierro con acento de los payadores.
- Los profesores no se hacían problemas sobre si entendías o no, se ocupaban de los que más sabían.
- Los profesores eran muy fríos, muy cerrados.
- El que no sabía leer no leía nunca, les molestaba que no supiéramos leer a esa edad.
- La profesora me preguntaba siempre a mí.
- La profesora se expresaba muy mal, saludaba con improperios, los padres se quejaron y les dijeron que no podía ser, que la docente era “una eminencia”, quisimos grabarla para comprobar esto y nos consideraron “subversivos”.
- Mis maestras eran amorosas, con su ingenio nos entusiasmaban a estudiar y a aprender que estudiar era parte de un juego.
- La actitud bondadosa, amable (de aquella maestra) que nos incentivó hacia las actividades artísticas y culturales.
- La maestra hacía unos paisajes hermosos y sobre eso debíamos describir o narrar.
- Me gustaba escuchar cuando la maestra nos leía un cuento.
- Si tenían que explicar lo mismo doscientas veces lo hacían.
- Recuerdo una profesora exigente pero buena.
- Me hacían leer y redactar diferente tipo de textos.
- Podía leer libros de muy diversos géneros.
- Hacíamos trabajos, leíamos.
- Recuerdo con mucha gracia las competencias con una compañera cuando teníamos que analizar oraciones, conjugar algún tiempo verbal.
Mis dificultades:
- Cuando cuento algo me hago un enredo, que sólo yo entiendo.
- Las actividades las tengo que leer dos o tres veces para entenderlas.
- Tengo problemas de ortografía.
- Me cuesta leer y expresarme frente a los demás, temo que se rían.
- Mi dificultad es la redacción o encontrar las palabras para hacerlo.
- No leo mucho.
- No me gusta leer en voz alta, me pongo nerviosa, me equivoco.
Mi futuro en la docencia:
- Ayudar al chico que le cueste, hacer que lea y escriba sin tortura, hacerle sentir que si se esfuerza va a salir adelante.
- Hacer que los chicos se interesen, que las clases sean dinámicas, que no se duerman.
- Quisiera hacerles ver que cuando se les corrige errores es para bien de ellos.
- Que pueda dar clases sin ponerme nerviosa, ni trabarme, que ellos me entiendan y hagan las actividades.
Crítica: Trilogía El viento en llamas/ Trilogía La Reina de la Laguna/ Trilogía La Materia Oscura

Pullman, Philip. Trilogía La Materia Oscura: Luces del norte. La daga. El catalejo lacado




Meyer, Kai. Trilogía La Reina de la Laguna: La Reina de la Laguna. La luz de piedra. La palabra de cristal

En el tercer tomo la aventura vuelve a la superficie y viaja a un Egipto que yace sepultado bajo una capa de nieve y escasamente guarda ya relación con el sitio histórico a excepción de la presencia de las pirámides.
En los tres libros se hace mención al Imperio de los Zares, sin dar demasiado detalle.
En esta trilogía, sin lugar a dudas los protagonistas son los adolescentes: Merle y Junipa, dos muchachitas de catorce y trece años que son enviadas como aprendices desde el orfanato al taller de Arcimboldo, quien fabrica espejos con extrañas artes alquímicas. Allí conocerán a Darío, Boro y Tiziano, otros jóvenes que trabajan para el maestro; pero también descubrirán la rivalidad que este tiene con otro artesano -el tejedor Umberto- y que se expresa con frecuentes escaramuzas y bromas pesadas entre los discípulos de ambos. En una de estas, Merle conocerá a Serafín -un antiguo ladronzuelo que tiene ya diecisiete años, conocedor de cada resquicio de Venecia-. Desgraciadamente cuando empieza a nacer entre ellos un amor incipiente, la separación lo pondrá a prueba.
El coraje, la sagacidad y la profunda amistad que se profesan darán fuerzas a estos chicos no sólo para emprender la empresa de salvar a la Reina de la Laguna y a Venecia -y quizá al mundo entero- sino para sacrificarse en beneficio de otros. La joven Junipa, ciega de nacimiento, recobrará la vista gracias a unos misteriosas cristales que el artesano coloca en sus ojos pero esto la hará objeto de la codicia del gobernante del Infierno. Por su parte, Merle ansía saber acerca del paradero de sus padres, de los que guarda como único tesoro un espejo cuya luna se vuelve líquida y la deja tomar a través de ella una mano cálida que la reconforta; nada la preparará para el asombroso descubrimiento que oculta su origen.
La galería de personajes adultos es muy variada y numerosos de ellos tienen rasgos sobrenaturales, estas novelas carecen de esa particularidad tan extendida de mostrarlos como únicos y pródigos poseedores de defectos. Los más destacados son: el maestro Arcimboldo -quien es más que un fabricante de espejos y posee un evidente manejo de la magia-; Unke -la callada y misteriosa ama de llaves del artesano, quien es en realidad una sirena que renunció a su aleta-; Lalapeja -la bellísima mujer esfinge-; Invierno y Verano -las estaciones de apariencia humana-; el profesor Burbridge -el científico algo loco que se hace llamar El señor de la Luz y reina en el submundo llamado Infierno; el capitán pirata Rinaldo Bonifacio Sergio Romulus Calvino -quien comanda una increíble nave submarina que no deja de recordar al Nautilus-; el Faraón y sus ejércitos de momias; los espectros que viven de los espejos. Pero por sobre todos ellos se destaca Verminthrax -el poderoso león alado de obsidiana viviente- quien se convierte en el amigo inseparable de Merle, su protector y aliado.
(Se efectuará la crítica conjuntamente con la Trilogía El viento en llamas: El silbador del viento. Siervos del maestro. El son del fuego de William Nicholson y la Trilogía La Materia Oscura: Luces del norte, La daga, El catalejo lacado de Philip Pullman)
El autor:

Kai Meyer nació en 1969 en Alemania, estudió cine, filosofía y teatro; pero en 1995 -luego de haber trabajado varios años como periodista- se transformó en escritor. Es autor de una serie de obras populares y aclamadas en Alemania, tanto para adultos como para jóvenes lectores.
Gabriela Monzón
Extraído con leves adaptaciones de “¡Alohomora! …O de las puertas que abrió Rowling”, Trabajo Final para obtención del Postítulo de Actualización Académica en Literatura para Niños, Instituto “Almirante Guillermo Brown”, Santa Fe, 2006.
Nicholson, William. Trilogía El viento en llamas: El silbador del viento. Siervos del maestro. El son del fuego




domingo, 25 de febrero de 2007
La opción de tomarnos tiempo…
sábado, 24 de febrero de 2007
Proyecto “Nuestro Libro De Historias” (premiado en 2004)


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El proyecto nace del acuerdo con los alumnos: se propone, se debate su elección y se pautan cuestiones generales con ellos.
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Se planifica lo que realmente se va a hacer, es decir que su diseño es una verdadera herramienta ya que da el marco de trabajo y establece secuencias de tareas en un orden lógico.
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Se organiza claramente a partir de dos objetivos diferenciados: cumplir los propósitos comunicativos en cuestión (en este caso escribir y editar un libro de cuentos) y aprender a hacerlo, es decir poner en marcha procesos de reflexión y sistematización metalingüística de las reglas referidas a los textos que intervienen en el proyecto. Esta doble función es evidente tanto para el docente como para los alumnos.
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Supone un entramado complejísimo de particulares concepciones acerca de la lengua, la literatura, la lectura, la escritura, la actividad metalingüística, y primordialmente exige determinado rol docente: el de experto. No sólo experto lector y escritor, sino un especialista capaz de hacerse cargo de la transposición didáctica y la coordinación adecuada de las situaciones de enseñanza y aprendizaje, que sepa responder a las necesidades puntuales, que se adecue a su particular interlocutor adolescente, que se sitúe a su lado y no por encima de este, que acompañe y no dirija desde afuera de manera inaccesible. Lo cual implica además una posición de sostén de parte de la institución escolar, muy diferente a la tradicional.
El proyecto de escritura del libro se concibe como alternativa viable y enriquecedora, que se opone al trabajo escolar con la lengua como mera acumulación de tareas, cuyo objetivo comienza y acaba en el aula en las que los alumnos no se ven personalmente involucrados ni perciben utilidad alguna.
Esta modalidad de trabajo posibilita aprendizajes significativos, útiles, continuos, con un lógico esfuerzo, incidentales, cooperativos, vicarios y libres de riesgos; rasgos que Smith reconoce como propios de los aprendizajes de la vida cotidiana y por lo tanto deberían imitarse en la escuela.
Mijail Bajtín (1982) aporta otros conceptos rectores: los géneros discursivos surgen en relación con cada esfera de la actividad humana, dando forma a los enunciados que se producen en dichos ámbitos, por lo tanto aprender a hablar quiere decir aprender a construir enunciados.
El enfoque de didáctica de la lengua y la literatura que se sustenta, recupera ambas ideas, y puesto que aprender a hablar quiere decir aprender a producir enunciados pertenecientes a distintos géneros discursivos establecidos de acuerdo con cada contexto de la actividad humana y sus particulares condiciones de producción; el aprendizaje de la lengua escrita -es decir el dominio de sus procesos de lectura y escritura- sólo puede lograrse de la misma forma.
La labor de escritura está estrechamente ligada a un proyecto institucional denominado Círculo de Lectura, en el que cada curso conforma una caja de libros con el aporte de los adolescentes, del docente y la biblioteca escolar, y se establece el acceso sistemático a la lectura literaria, de forma voluntaria, autónoma, placentera, variada, libre de tareas.
El objetivo pedagógico de dicho proyecto de lectura en 8° año será producir la impregnación de los lectores en las características lingüísticas y textuales del género discursivo narrativo. Por este motivo entre los materiales de la caja de libros se incluyen deliberadamente narraciones de distintos géneros -pero especialmente de terror y misterio que son los más requeridos por los jóvenes lectores-, historias cortas reunidas en diferentes formatos: relatos enmarcados, antologías de autores diversos, cuentos independientes de un mismo autor y versiones de historias tradicionales.
El supuesto que sostiene esta decisión es el de que, si se tienen expectativas de escribir el tipo de texto que se está leyendo, se aprende vicariamente en el proceso de lectura, pero el aprendizaje sólo se produce si el lector se percibe como miembro del club al que pertenecen el escritor y el texto con el que se establece el vínculo. El proyecto del Círculo permite establecer una frecuentación del género que se va a escribir concretando la idea del “club” del que habla Smith, ya que los adolescentes efectúan lo que este llama “leer como escritor”, participando de lo que el autor ha escrito quien se convierte en colaborador involuntario de la producción escrita del joven.
En el proceso de escritura se prevé como primera instancia el relevamiento de saberes y el intercambio acerca de todos los aspectos que supone un libro como objeto cultural pero también acerca del género discursivo en cuestión y sus géneros. Por esta razón se organizan situaciones didácticas especiales de exploración y debate, actividades sistemáticas de análisis de libros de historias, lectura compartida.
Deliberadamente se propone la indagación de saberes acerca de las historias y su forma de contarlas, evitando referirse a “la narración”. La consigna posibilita que se pongan de manifiesto las competencias sociales que tienen los jovencitos sobre las historias del cine, los videojuegos, los video-clips, las series televisivas, las historietas y la literatura. La intención es provocar su explicitación a partir de la ruptura de la lógica del conocimiento “escolarizado", que opera como obstáculo a la reflexión y propicia el uso de conceptos repetidos mecánicamente por generaciones.
Desde el comienzo de la propuesta los alumnos suelen mostrarse ansiosos por el inicio de la escritura individual. En reiteradas ocasiones y para atenuar la inquietud de los escritores, se renueva el compromiso que se estableciera al pautar del proyecto: se recuerda que aprenderán juntos a escribir los relatos, que podrán contar en todo momento con ayuda, que les llevará el tiempo que consideren necesario, que podrán valerse de distintos materiales para generar ideas y usar todos los borradores que necesiten. Subyace en ese accionar lo que Smith plantea acerca de la colaboración entre el alumno y el docente, quien es un adulto experimentado que -como en el mundo exterior a la escuela- ayuda más que enseña, hace comprensible lo que hay aprender porque se comporta de una manera relevante para lo que está intentando lograr el aprendiz, no obliga a participar sino que garantiza que los emprendimientos sean suficientemente sugestivos para que los conquisten.
Llegado el momento de realizar la escritura de primeras versiones, se ofrece un material escrito con propuestas diversas, con la opción de proceder o no a su uso; las mismas son consignas de taller para generar historias: listas de títulos, extractos de argumentos, fragmentos titulados, comentarios de conflictos narrativos, epígrafes. Todas estas actividades implican pretextos para originar otros textos: ampliando, reformulando, desarrollando, completando.
Esta modalidad de trabajo tiene el objeto de, en primer lugar, dar apoyo a los adolescentes en la etapa en que la hoja en blanco puede ahuyentar todo interés por la tarea; pero además legitimar una práctica común en el discurso literario: la de la reescritura, que la escuela tradicional ha considerado como mera copia. La reescritura (TEBEROSKY y TOLCHINSKY; 1995) permite adueñarse del texto ajeno, para repetir, cambiar de lugar, desplazar, invertir, ampliar, transgredir, transformar; para lo cual es necesario desarmar, comprender cómo está codificada la información del texto modelo. En segundo término se asienta en lo propuesto por Bajtín sobre el carácter dialógico de todo enunciado, haciendo explícito este vínculo a partir del uso consciente de las palabras de otro para generar las propias.
Los espacios y tiempos escolares tradicionales no favorecen la constitución de sujetos implicados personalmente en su aprendizaje lingüístico, sino que establecen una serie de actividades ajenas, sin sentido, obligatorias, mecánicas, que instauran la escritura como un acto inmediato y espontáneo.
Una expectativa de logro de la escolaridad es la formación usuarios de la lengua, esto implica un contrato pedagógico particular, que reconozca el objetivo de la institución educativa de formar lectores y escritores y constituya a la misma en un ámbito propicio para el trabajo con la lengua.
Esto se concreta en la organización de situaciones áulicas en las que la escritura se vivencia como un proceso organizado en etapas flexibles, adecuadas a las necesidades del escritor; no solitario sino en colaboración, no instintivo y espontaneísta sino intencional, con posibilidad de acceder a información, recursos y apoyo. Y por esta razón se alienta la interacción entre pares, con materiales bibliográficos y con el docente. Todo lo que los escritores hacen con la lengua fuera de la escuela pueden hacerlo en su interior, lo que no significa una imitación artificial de la vida diaria, sino una genuina ocupación con propósitos reales.

La escritura de primeros borradores se acompaña de lecturas compartidas con los pares y el docente, ya que los otros lectores ayudan a detectar conflictos, aconsejan, sugieren, y por sobre todo brindan a los adolescentes la posibilidad de percibirse como escritores responsables de su escrito.
Hay un doble propósito didáctico en esta etapa: perfilar claramente cuáles son los conflictos narrativos de cada cuento y solucionar problemas en el nivel de la historia; pero además diagnosticar las problemáticas lingüísticas y textuales que necesitarán trabajo extra de reflexión y sistematización.
Puesto que los noveles escritores intentan manejar a la vez más de un nivel de textualización, es importante promover el desarrollo consciente del monitoreo del proceso de escritura, para que la excesiva preocupación por cuestiones gramaticales u ortográficas no entorpezca el progreso argumental de los relatos.

Según el diagnóstico efectuado se planifica a continuación una etapa de trabajo particular, la cual materializa la enseñanza de la lengua a partir de los saberes previos, ya que posibilita el tratamiento de los contenidos conceptuales y procedimentales relevantes de acuerdo con las necesidades detectadas. La adopción de este enfoque se aleja de las prácticas en las cuales se considera que determinados contenidos escolares corresponden tácitamente a un cierto ciclo o nivel, modelo en el cual no hay cabida para los requerimientos lingüísticos concretos de los alumnos, sino que la escuela se perpetúa en el mantenimiento de estructuras preestablecidas. Ciertas problemáticas son más frecuentes y difíciles de solucionar de forma intuitiva por parte de los alumnos, por lo que se necesita reflexionar sobre ellas y sistematizar las conclusiones. Este diagnóstico revela algunas particularidades habituales en adolescentes de 8° año: no suelen revelar dificultades en torno al tipo de narrador y secuencias narrativas o descriptivas; pero sus escritos evidencian problemas generalizados con respecto a: cohesión textual, formas de inclusión del diálogo, utilización de tiempos verbales, cuestiones ortográficas en general.
La metodología que se implementa para abordar los problemas lingüísticos se denominada de la descentración (ALISEDO, MELGAR y CHIOCHI; 1994), la cual pone en funcionamiento las competencias lingüísticas de los chicos en la solución de los conflictos de escritura de textos ajenos desviados en alguno de los niveles de representación; esto habilita -a partir de la confrontación de soluciones- la elaboración de reglas, el acceso a la información pertinente, es decir organiza la reflexión y sistematización metalingüística. De esta manera los contenidos gramaticales siempre están en relación con las necesidades de la producción de un formato textual específico y sus particularidades, nunca como una temática forzada.
A medida que se abordan las diferentes problemáticas diagnosticadas y sus soluciones posibles, se planifican instancias de revisión de borradores y corrección. Se organiza el tiempo escolar alternando clases para trabajar las dificultades y sistematizar reglas, y otras para revisar, corregir, pasar en limpio, releer conjuntamente.
Un aspecto primordial de este sistema de trabajo es el del respeto por los tiempos de escritura propios de cada uno, la consideración por las diferencias de cada sujeto. La escuela ha promovido por años un mismo método de enseñanza que con idénticos tiempos debía producir idénticos aprendizajes en todos los alumnos, concepción falsamente democrática, ya que se pretendía que si se brindaba a todos por igual lo mismo a la vez, los aprendizajes debían ser iguales en todos. Nada más alejado de la realidad, ya que las distintas competencias lingüísticas, experiencias previas e historias personales, establecen desde el comienzo diversos puntos de partida; los particulares modos de aprender necesitan particulares tiempos y recursos.
En el momento en que cada escritor se siente preparado para hacerlo, se organiza la actividad que constituye el primer paso formal de socialización de los escritos individuales: exponer los textos a la escucha y evaluación del grupo, y así se toma contacto con la valoración y apreciaciones de determinado público.
Una vez que los escritos van tomando forma definitiva, se promueve el intercambio para decidir democráticamente el título del libro. Se elabora una lista de sugerencias, se realiza la votación, y se opta por el que tenga el apoyo de una mayoría significativa. Suele tener que buscarse soluciones a problemáticas originadas en la elección final del título: escribir una historia marco que lo sostenga, un prólogo que lo justifique, adoptar un título del libro y otro como denominación de la colección.
La etapa final del proceso de escritura cierra con la versión definitiva de cada cuento en formato digital lo que facilita la elaboración del original del libro al docente que ejerce como editor del mismo.
En una institución escolar inserta en una política educativa que no prevé medios económicos para sustentar esta modalidad de trabajo, es necesaria una cuota extra de obligaciones y quehaceres para todos los involucrados. Por tanto se efectúan -en forma paralela a todos los anteriores aspectos escolares del proyecto- actividades que permiten generar fondos, puesto que la edición casera del libro supone una inversión considerable en recursos materiales (papel, tinta, encuadernación, reproducción de copias). Estas actividades extras no sólo tienen una finalidad “utilitaria”, sino que son oportunidad de desarrollo de vínculos sociales, afectivos y solidarios, actitudes de participación activa y de responsabilización como integrantes de un equipo.
La instancia de presentación pública del libro en el proyecto de escritura es un momento trascendental que brinda a los adolescentes la participación en un evento particular de circulación social del lenguaje escrito y la comprensión cabal del objetivo de la educación lingüística, lo cual rompe con la tradición escolar en la que el escrito se validaba a sí mismo dentro del aula como tarea para el maestro, sin receptor real y sin emisor comprometido en su propio decir.
La evaluación en la situación didáctica se vincula con el proceso de escritura -no como una instancia final de análisis del producto-, sino como una estrategia del proceso mismo, presente a través de la permanente revisión de los escritos y su reelaboración. Desde otra perspectiva, la evaluación del proyecto por parte de los involucrados, se efectúa observando el impacto que la producción provoca: en la circulación del libro, el interés que despierta, las críticas que se verbalizan.

En última instancia, el docente registra para futuras realizaciones, los diferentes conflictos y debilidades, los logros y aciertos: del manejo de los tiempos, de la selección de lecturas y actividades, el desenvolvimiento de las comunicaciones -con la institución misma, los padres, las otras instituciones-, entre otros aspectos.
Libros producidos desde el año 2000:
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Lo que la vaca se tragó (22 historias soñadas). María Grande, 2000.
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El depósito del terror. Colección: ¡Mami, tengo miedo!. María Grande, 2001.
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Sobre amores y misterios. María Grande, 2002.
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Made in Susto. María Grande, 2003.
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Cruza la tapa y verás... María Grande, 2004.
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¿Y el título? María Grande, 2005.
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Si te la aguantás... leeme, María Grande, 2005.
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MI libro te llama, María Grande, 2006.
Te contamos un cuento II: De cómo me hice investigador científico
Proyecto: “Círculo de Lectura” (premiado en 2003)
Características generales:
El proyecto institucional “Círculo de Lectura” se lleva adelante en todos los cursos de EGB 3 y del Nivel Medio/Polimodal del Instituto “María Grande”, ciudad de María Grande, Entre Ríos. Este informe se circunscribe sólo a algunos cursos a mi cargo, ya que -a partir de lineamientos generales básicos- dicha propuesta adquiere algunas variantes, de acuerdo con lo que decide el docente del Espacio Curricular Lengua y Literatura, en consonancia con sus opciones pedagógicas y concepciones personales.
En este caso daré cuenta de las particularidades con que se ha desarrollado en 8° y 9° año de EGB -este último en los casos en que ha estado a mi cargo- y en 4° y 5° año de Bachiller que se transformarían luego en 2° y 3° de Polimodal.
La experiencia del “Círculo de Lectura” es anual, y se pauta con los alumnos desde los primeros días de clases; tiene un período de organización aproximado de un mes o un mes y medio, por lo que en un año lectivo normal (que principia en marzo) dará inicio alrededor de mayo y cerrará en noviembre. Los alumnos, ni bien iniciado el período de clases inquieren acerca de él y reclaman su implementación, dado que la vivencia especial que promueve ya está instalada en el diario desenvolvimiento de la vida escolar y personal de cada uno.
Los espacios en los que se efectúa son tanto el ámbito institucional como el hogar, puesto que los alumnos acceden a materiales de lectura en el establecimiento, exploran y eligen los mismos, realizan el intercambio y desarrollan situaciones de lectura allí, pero esta se efectúa principalmente en su hogar, como una vivencia personal voluntaria e independiente.
Fundamentación - Objetivos
Una de las principales funciones de la institución educativa es la de formar lectores. Este proyecto surge del convencimiento de que esta responsabilidad -aún en tiempos de ediciones millonarias, marketing, ferias del libro y multimedios- debe ser asumida más que nunca por la escuela, ya que innumerables chicos provenientes de vastos sectores de la sociedad establecen su primer -y posteriormente único- contacto con el libro y la lectura en ámbito educativo.
Por lo tanto, si se brinda el espacio, se respetan los tiempos de cada uno, se propicia el reconocimiento de las particularidades del libro como objeto cultural y comercial, se permite interactuar a lectores activos con diversidad y variedad de materiales de lectura, no habrá mejor manera de formar lectores.
Le cabe a una establecer un contrato pedagógico con sus alumnos, a partir del cual se consideran dos vertientes de lecturas, una de ellas -que adquiere la forma del proyecto del “Círculo de Lectura”- tiene que ver con la lectura que los alumnos están en condiciones de hacer por su cuenta, a partir de sus intereses, sus inquietudes, sus preferencias y necesidades; elecciones que deben ser respetadas, pero en las que intervengo orientando, sugiriendo, opinando, en un real intercambio de experiencias lectoras. La otra vertiente de lecturas está constituida por un corpus de textos de lectura compartida -como propuesta separada del proyecto “Círculo de lectura”. El abordaje de dichos textos exige una serie de competencias literarias y socioculturales más complejas, para el desarrollo de las cuales la lectura compartida ofrece el andamiaje necesario.
La opción didáctica en la implementación del Círculo obedece a los siguientes objetivos:
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crear un espacio y tiempo distendidos para vivenciar personalmente la lectura,
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brindar a los adolescentes la posibilidad de conocer materiales variados de lectura que respondan a sus intereses e inquietudes,
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fomentar la lectura voluntaria, independiente y placentera,
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lograr un vínculo sólido entre los chicos y los libros,
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promover la formación de criterios de evaluación y elección,
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propiciar la constitución del gusto personal.
Cabe introducir algunas consideraciones sobre el “placer de leer”. Es imprescindible restablecer en esta idea un sentido profundo, pues se ha ido desvirtuando hasta convertirse en una espacie de cliché de moda. Fue adquiriendo un peligroso parentesco con lo fácil, con lo que no requiere esfuerzo, con la no intervención, con el dejar hacer; lentamente fue asociándose a una libertad y un “gusto personal”, que -no estando claramente definidos ni orientados- se transformaron en pérdida de tiempo y aburrimiento; por falta de sostén o marco, por ausencia de consejo, por temor a imponer. Sin guía y sin apoyo experto, los niños y los adolescentes tienen muchas más dificultades para encontrar lo que les agrada, para construir su gusto lector, y las experiencias frustrantes y tediosas pueden tronchar una valiosa y fructífera relación con la lectura en general y con la lectura literaria en particular.
Desarrollo de la experiencia:
El “Círculo de Lectura” se organiza de la siguiente forma en todos los cursos y niveles indicados: los alumnos y una seleccionamos y aportamos materiales interesantes para leer y colocamos estos en un canasto asignado al curso que se guarda en un armario especialmente destinado para tal fin.
Las reglas del funcionamiento se establecen democráticamente y en el comienzo de la EGB 3 se elabora en conjunto un reglamento para cada curso y año a año se va revisando. Básicamente se deciden pautas: para el cuidado de materiales, para el funcionamiento del Círculo, para hacer un número de lecturas mínimas y tiempos aproximados para no entorpecer el acceso de todos a los libros.
El tipo de lectura que propone el proyecto es voluntaria, libre, sin tarea posterior; el alumno no se ve obligado a dar cuenta de lo leído y, si bien al comienzo de la experiencia ven casi extrañados esta posibilidad poco común en el ámbito escolar, rápidamente la adoptan y la ejercen responsablemente.
Cuando se emprenden proyectos que en algún modo se vinculan con el “Círculo de Lectura”, por ejemplo: proyectos de escritura como publicar un libro de historias, organizar una cartelera de recomendaciones, elaborar folletos de promoción de novelas o escribir ensayos; son siempre pautados con los alumnos, obedecen absolutamente a propósitos comunicativos y creativos claros, jamás imponen análisis estáticos ajenos a los libros, sino que dan continuidad al ejercicio del rol de lectores y les permiten complejizar sus competencias.
Habitualmente el intercambio de materiales se da en los últimos quince minutos de la clase, la profesora o voluntarios anotan las nuevas incorporaciones en una planilla general, un secretario y ayudantes registran en otras planillas los movimientos de los materiales que se llevan y se devuelven; pero también se elaboran listas de reservaciones de los libros más solicitados. Dichos registros están expuestos durante todo el año, en el aula en paneles elaborados para tal función.
Considero que dos rasgos son esenciales en la conformación del “Círculo de Lectura”: cantidad y diversidad, y lo que no es aportado por sus alumnos es proporcionado por mí. En este sentido, opto por un canon literario escolar no tradicional, que no es ni clausurado ni cerrado; sino que recibe en su constitución la pluralidad de materiales de lectura de circulación social, no exclusivamente. Estos abarcan los conocidos por los chicos y los que proveo desde mi experiencia personal y profesional, provenientes de la literatura universal y especialmente la literatura juvenil.
La caja donde se guardan los materiales contiene libros en todo momento, puesto que la sola posibilidad de que no se cuente con materiales suficientes y adecuados puede desalentar a los potenciales lectores.
En esta instancia -paralela al trámite de salida y devolución de materiales- cumplo un papel fundamental: me ubico de manera deliberada en el rol de lectora asumiendo un compromiso personal como adulto lector experto. Y por lo tanto como poseedora de gustos propios, modalidades de evaluación y selección de lecturas; conocimientos que derivan de la práctica social de la lectura, no sólo de la teoría literaria. Creo que esta es la mejor forma de promover de manera eficiente el acercamiento de sus alumnos a los libros. Esta es una actitud no admitida en la escuela tradicional, que si bien proponía un accionar modélico, este debía ser la encarnación acabada y sin grietas de aquello en lo que se pretendía instruir al alumno, y por tanto nada más lejos de él y de la realidad.
Considero que el docente no debe ser el adulto que establece de manera unilateral lo que debe o no leer el alumno. Desapruebo la figura del educador que conforma el canon literario escolar con un corpus de lecturas de la cultura oficial y que no permite el cuestionamiento ni el aporte por parte de sus alumnos, pero que además no admite para sí mismo otra forma que no sea la obediencia, que no consiente la postura crítica porque tampoco la practica.
Ejercer el papel de lector experimentado supone que el adulto debe despojarse de prejuicios y reconocer que cada alumno -en su camino de formación como lector- podrá realizar todas aquellas lecturas adecuadas a sus necesidades; por esto asumo indago en los intereses de los chicos y los insto a continuar leyendo, no desautorizo sus elecciones sino que aliento y muestra alternativas que vayan ampliando su universo de lecturas.
Las instancias de intercambio oral ven garantizada su permanencia por las siguientes características: se trata de actividades que se desarrollan libremente a partir de las necesidades, no como tareas escolares de carácter obligatorio, sino que permiten la participación voluntaria, motivos por los cuales los alumnos las perciben como algo natural. Curricularmente no representan instancias examinadoras de tipo tradicional en las que se le exigía al alumno dar cuenta en público de ciertos saberes; sino que el aspecto evaluativo se relaciona con el diagnóstico de preferencias, intereses, necesidades, dificultades, saberes previos; todos los aspectos que permiten corroborar los aciertos o reformular aspectos conflictivos del proyecto.
Contar brevemente, opinar de forma entusiasta, sugerir otros títulos, guiar la exploración de la contratapa o índice, remitir al dueño si no se conoce el libro, son estrategias sociales de lectura que ejecuto a diario y promuevo en los chicos, de tal modo que en poco tiempo se generalizan.
El docente es ejemplo del rol social de lector y por eso debe desplegar y propiciar en los chicos la práctica de los “derechos del lector” que Pennac(1) tan bien refiriera: a no leer, a saltarse páginas, a no terminar un libro, a releer, a leer cualquier cosa, al bovarismo, a leer en cualquier parte, a picotear, a leer en voz alta, a callarse.
Una actividad frecuente es la lectura en voz alta para el grupo de materiales elegidos de la caja por mayoría. He incorporado esta estrategia de lectura, puesto que recupera el placer de la escucha literaria, una forma distinta de relacionarse con el lenguaje estético y que revive las vivencias infantiles de lectura cercanas en lo afectivo. Esta brinda una posibilidad que la escuela descuida, en tanto que exige al alumno el rol de lector eficiente pero deja de brindarle a edad muy temprana la oportunidad de aprender del modelo de buen lector adulto. Los chicos se deleitan escuchando, preguntan lo que no entienden sin inhibiciones y se transforman en lectores a través de la lectura de otro. Subyace en esta práctica la concepción que Frank Smith (2) sostiene sobre la función del maestro: ayudar a los chicos a percibirse como lectores y escritores, pero también la de mostrar que el docente es “miembro del club”, en este caso del club de las personas lectoras. Lo que, sin lugar a duda, está en las antípodas de la tradición escolar que pretende que el chico lea y escriba, pero no participa de situaciones en las que los adultos leen o escriben con él, el alumno debe suponer que el docente es buen lector y escritor por el título y status que posee.
Evaluación del Proyecto:
Formar lectores es una tarea compleja, que requiere un profundo compromiso, un intenso convencimiento, una dedicación sin límites y una generosidad que la institución educativa no siempre está en condiciones de albergar.
Pero sobre todo exige como requisitos indispensables: pasión personal por la lectura, amor por los libros y respeto por los chicos.
No se forman lectores obligando, exigiendo, retando, censurando o prohibiendo. Sólo se logra contagiando. Sólo un docente que siente la lectura como una necesidad vital interior, y que la ejerce a diario de forma autónoma y desde la constitución única de su gusto lector, puede contagiar la vivencia.
Esa es la vivencia que se promueve en el “Círculo de Lectura”, los chicos leen porque se contagian -entre ellos y del docente- las ganas de leer, se cuentan sus vivencias, se despiertan curiosidad mutuamente, no se sienten presionados y evaluados negativamente, se sienten en libertad de abandonar el libro que no los satisface y de elegir otro y no ven trabas a la hora de criticar y de opinar.
El resultado es altamente positivo. La mayoría de los alumnos lee mucho más que el mínimo pautado y se forman en la frecuentación y conocimiento de títulos, autores, colecciones, editoriales, géneros; son capaces de valorar y apreciar el objeto cultural y comercial que es el libro y ejercer la lectura en forma autónoma.
Notas
(1) PENNAC, Daniel, Como una novela, Colombia, Norma, 1997.
(2) SMITH, Frank, De cómo la educación apostó al caballo equivocado, Buenos Aires, Aique, 1994.
Gabriela Monzón