Características generales:
El proyecto institucional “Círculo de Lectura” se lleva adelante en todos los cursos de EGB 3 y del Nivel Medio/Polimodal del Instituto “María Grande”, ciudad de María Grande, Entre Ríos. Este informe se circunscribe sólo a algunos cursos a mi cargo, ya que -a partir de lineamientos generales básicos- dicha propuesta adquiere algunas variantes, de acuerdo con lo que decide el docente del Espacio Curricular Lengua y Literatura, en consonancia con sus opciones pedagógicas y concepciones personales.
En este caso daré cuenta de las particularidades con que se ha desarrollado en 8° y 9° año de EGB -este último en los casos en que ha estado a mi cargo- y en 4° y 5° año de Bachiller que se transformarían luego en 2° y 3° de Polimodal.
La experiencia del “Círculo de Lectura” es anual, y se pauta con los alumnos desde los primeros días de clases; tiene un período de organización aproximado de un mes o un mes y medio, por lo que en un año lectivo normal (que principia en marzo) dará inicio alrededor de mayo y cerrará en noviembre. Los alumnos, ni bien iniciado el período de clases inquieren acerca de él y reclaman su implementación, dado que la vivencia especial que promueve ya está instalada en el diario desenvolvimiento de la vida escolar y personal de cada uno.
Los espacios en los que se efectúa son tanto el ámbito institucional como el hogar, puesto que los alumnos acceden a materiales de lectura en el establecimiento, exploran y eligen los mismos, realizan el intercambio y desarrollan situaciones de lectura allí, pero esta se efectúa principalmente en su hogar, como una vivencia personal voluntaria e independiente.
Fundamentación - Objetivos
Una de las principales funciones de la institución educativa es la de formar lectores. Este proyecto surge del convencimiento de que esta responsabilidad -aún en tiempos de ediciones millonarias, marketing, ferias del libro y multimedios- debe ser asumida más que nunca por la escuela, ya que innumerables chicos provenientes de vastos sectores de la sociedad establecen su primer -y posteriormente único- contacto con el libro y la lectura en ámbito educativo.
Por lo tanto, si se brinda el espacio, se respetan los tiempos de cada uno, se propicia el reconocimiento de las particularidades del libro como objeto cultural y comercial, se permite interactuar a lectores activos con diversidad y variedad de materiales de lectura, no habrá mejor manera de formar lectores.
Le cabe a una establecer un contrato pedagógico con sus alumnos, a partir del cual se consideran dos vertientes de lecturas, una de ellas -que adquiere la forma del proyecto del “Círculo de Lectura”- tiene que ver con la lectura que los alumnos están en condiciones de hacer por su cuenta, a partir de sus intereses, sus inquietudes, sus preferencias y necesidades; elecciones que deben ser respetadas, pero en las que intervengo orientando, sugiriendo, opinando, en un real intercambio de experiencias lectoras. La otra vertiente de lecturas está constituida por un corpus de textos de lectura compartida -como propuesta separada del proyecto “Círculo de lectura”. El abordaje de dichos textos exige una serie de competencias literarias y socioculturales más complejas, para el desarrollo de las cuales la lectura compartida ofrece el andamiaje necesario.
La opción didáctica en la implementación del Círculo obedece a los siguientes objetivos:
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crear un espacio y tiempo distendidos para vivenciar personalmente la lectura,
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brindar a los adolescentes la posibilidad de conocer materiales variados de lectura que respondan a sus intereses e inquietudes,
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fomentar la lectura voluntaria, independiente y placentera,
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lograr un vínculo sólido entre los chicos y los libros,
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promover la formación de criterios de evaluación y elección,
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propiciar la constitución del gusto personal.
Cabe introducir algunas consideraciones sobre el “placer de leer”. Es imprescindible restablecer en esta idea un sentido profundo, pues se ha ido desvirtuando hasta convertirse en una espacie de cliché de moda. Fue adquiriendo un peligroso parentesco con lo fácil, con lo que no requiere esfuerzo, con la no intervención, con el dejar hacer; lentamente fue asociándose a una libertad y un “gusto personal”, que -no estando claramente definidos ni orientados- se transformaron en pérdida de tiempo y aburrimiento; por falta de sostén o marco, por ausencia de consejo, por temor a imponer. Sin guía y sin apoyo experto, los niños y los adolescentes tienen muchas más dificultades para encontrar lo que les agrada, para construir su gusto lector, y las experiencias frustrantes y tediosas pueden tronchar una valiosa y fructífera relación con la lectura en general y con la lectura literaria en particular.
Desarrollo de la experiencia:
El “Círculo de Lectura” se organiza de la siguiente forma en todos los cursos y niveles indicados: los alumnos y una seleccionamos y aportamos materiales interesantes para leer y colocamos estos en un canasto asignado al curso que se guarda en un armario especialmente destinado para tal fin.
Las reglas del funcionamiento se establecen democráticamente y en el comienzo de la EGB 3 se elabora en conjunto un reglamento para cada curso y año a año se va revisando. Básicamente se deciden pautas: para el cuidado de materiales, para el funcionamiento del Círculo, para hacer un número de lecturas mínimas y tiempos aproximados para no entorpecer el acceso de todos a los libros.
El tipo de lectura que propone el proyecto es voluntaria, libre, sin tarea posterior; el alumno no se ve obligado a dar cuenta de lo leído y, si bien al comienzo de la experiencia ven casi extrañados esta posibilidad poco común en el ámbito escolar, rápidamente la adoptan y la ejercen responsablemente.
Cuando se emprenden proyectos que en algún modo se vinculan con el “Círculo de Lectura”, por ejemplo: proyectos de escritura como publicar un libro de historias, organizar una cartelera de recomendaciones, elaborar folletos de promoción de novelas o escribir ensayos; son siempre pautados con los alumnos, obedecen absolutamente a propósitos comunicativos y creativos claros, jamás imponen análisis estáticos ajenos a los libros, sino que dan continuidad al ejercicio del rol de lectores y les permiten complejizar sus competencias.
Habitualmente el intercambio de materiales se da en los últimos quince minutos de la clase, la profesora o voluntarios anotan las nuevas incorporaciones en una planilla general, un secretario y ayudantes registran en otras planillas los movimientos de los materiales que se llevan y se devuelven; pero también se elaboran listas de reservaciones de los libros más solicitados. Dichos registros están expuestos durante todo el año, en el aula en paneles elaborados para tal función.
Considero que dos rasgos son esenciales en la conformación del “Círculo de Lectura”: cantidad y diversidad, y lo que no es aportado por sus alumnos es proporcionado por mí. En este sentido, opto por un canon literario escolar no tradicional, que no es ni clausurado ni cerrado; sino que recibe en su constitución la pluralidad de materiales de lectura de circulación social, no exclusivamente. Estos abarcan los conocidos por los chicos y los que proveo desde mi experiencia personal y profesional, provenientes de la literatura universal y especialmente la literatura juvenil.
La caja donde se guardan los materiales contiene libros en todo momento, puesto que la sola posibilidad de que no se cuente con materiales suficientes y adecuados puede desalentar a los potenciales lectores.
En esta instancia -paralela al trámite de salida y devolución de materiales- cumplo un papel fundamental: me ubico de manera deliberada en el rol de lectora asumiendo un compromiso personal como adulto lector experto. Y por lo tanto como poseedora de gustos propios, modalidades de evaluación y selección de lecturas; conocimientos que derivan de la práctica social de la lectura, no sólo de la teoría literaria. Creo que esta es la mejor forma de promover de manera eficiente el acercamiento de sus alumnos a los libros. Esta es una actitud no admitida en la escuela tradicional, que si bien proponía un accionar modélico, este debía ser la encarnación acabada y sin grietas de aquello en lo que se pretendía instruir al alumno, y por tanto nada más lejos de él y de la realidad.
Considero que el docente no debe ser el adulto que establece de manera unilateral lo que debe o no leer el alumno. Desapruebo la figura del educador que conforma el canon literario escolar con un corpus de lecturas de la cultura oficial y que no permite el cuestionamiento ni el aporte por parte de sus alumnos, pero que además no admite para sí mismo otra forma que no sea la obediencia, que no consiente la postura crítica porque tampoco la practica.
Ejercer el papel de lector experimentado supone que el adulto debe despojarse de prejuicios y reconocer que cada alumno -en su camino de formación como lector- podrá realizar todas aquellas lecturas adecuadas a sus necesidades; por esto asumo indago en los intereses de los chicos y los insto a continuar leyendo, no desautorizo sus elecciones sino que aliento y muestra alternativas que vayan ampliando su universo de lecturas.
Las instancias de intercambio oral ven garantizada su permanencia por las siguientes características: se trata de actividades que se desarrollan libremente a partir de las necesidades, no como tareas escolares de carácter obligatorio, sino que permiten la participación voluntaria, motivos por los cuales los alumnos las perciben como algo natural. Curricularmente no representan instancias examinadoras de tipo tradicional en las que se le exigía al alumno dar cuenta en público de ciertos saberes; sino que el aspecto evaluativo se relaciona con el diagnóstico de preferencias, intereses, necesidades, dificultades, saberes previos; todos los aspectos que permiten corroborar los aciertos o reformular aspectos conflictivos del proyecto.
Contar brevemente, opinar de forma entusiasta, sugerir otros títulos, guiar la exploración de la contratapa o índice, remitir al dueño si no se conoce el libro, son estrategias sociales de lectura que ejecuto a diario y promuevo en los chicos, de tal modo que en poco tiempo se generalizan.
El docente es ejemplo del rol social de lector y por eso debe desplegar y propiciar en los chicos la práctica de los “derechos del lector” que Pennac(1) tan bien refiriera: a no leer, a saltarse páginas, a no terminar un libro, a releer, a leer cualquier cosa, al bovarismo, a leer en cualquier parte, a picotear, a leer en voz alta, a callarse.
Una actividad frecuente es la lectura en voz alta para el grupo de materiales elegidos de la caja por mayoría. He incorporado esta estrategia de lectura, puesto que recupera el placer de la escucha literaria, una forma distinta de relacionarse con el lenguaje estético y que revive las vivencias infantiles de lectura cercanas en lo afectivo. Esta brinda una posibilidad que la escuela descuida, en tanto que exige al alumno el rol de lector eficiente pero deja de brindarle a edad muy temprana la oportunidad de aprender del modelo de buen lector adulto. Los chicos se deleitan escuchando, preguntan lo que no entienden sin inhibiciones y se transforman en lectores a través de la lectura de otro. Subyace en esta práctica la concepción que Frank Smith (2) sostiene sobre la función del maestro: ayudar a los chicos a percibirse como lectores y escritores, pero también la de mostrar que el docente es “miembro del club”, en este caso del club de las personas lectoras. Lo que, sin lugar a duda, está en las antípodas de la tradición escolar que pretende que el chico lea y escriba, pero no participa de situaciones en las que los adultos leen o escriben con él, el alumno debe suponer que el docente es buen lector y escritor por el título y status que posee.
Evaluación del Proyecto:
Formar lectores es una tarea compleja, que requiere un profundo compromiso, un intenso convencimiento, una dedicación sin límites y una generosidad que la institución educativa no siempre está en condiciones de albergar.
Pero sobre todo exige como requisitos indispensables: pasión personal por la lectura, amor por los libros y respeto por los chicos.
No se forman lectores obligando, exigiendo, retando, censurando o prohibiendo. Sólo se logra contagiando. Sólo un docente que siente la lectura como una necesidad vital interior, y que la ejerce a diario de forma autónoma y desde la constitución única de su gusto lector, puede contagiar la vivencia.
Esa es la vivencia que se promueve en el “Círculo de Lectura”, los chicos leen porque se contagian -entre ellos y del docente- las ganas de leer, se cuentan sus vivencias, se despiertan curiosidad mutuamente, no se sienten presionados y evaluados negativamente, se sienten en libertad de abandonar el libro que no los satisface y de elegir otro y no ven trabas a la hora de criticar y de opinar.
El resultado es altamente positivo. La mayoría de los alumnos lee mucho más que el mínimo pautado y se forman en la frecuentación y conocimiento de títulos, autores, colecciones, editoriales, géneros; son capaces de valorar y apreciar el objeto cultural y comercial que es el libro y ejercer la lectura en forma autónoma.
Notas
(1) PENNAC, Daniel, Como una novela, Colombia, Norma, 1997.
(2) SMITH, Frank, De cómo la educación apostó al caballo equivocado, Buenos Aires, Aique, 1994.
Gabriela Monzón
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