domingo, 4 de marzo de 2007

Funke, Cornelia. Igraín la valiente.

Cornelia Funke recrea en este libro el mundo de los cuentos de hadas, narrando las aventuras de una familia muy peculiar: la de señores del castillo de Bibernel -Sir Lamorak y la bella Melisanda-, que además de ser los dueños de este, son magos. Se incluyen -por supuesto- lugares de nombres arquetípicos: las Colinas de los Gigantes, el Bosque de los Susurros, la Montaña de las Lágrimas, entre otros. En esta novela se vislumbra también ese mundo medieval de señoríos vecinos unidos o en disputa, ya que Bibernel no está lejos del pueblo y del castillo de Rocaoscura propiedad de alguien a quien llaman “la vieja Baronesa”.
En el mismo estilo que los libros de Carson Levine, esta novela de Cornelia Funke está protagonizada por una joven: Igraín, aunque en este caso es más pequeña que las otras protagonistas puesto que tiene sólo diez años. Eso no evita que con su ingenio y coraje emprenda toda una serie de aventuras para la salvación de su castillo; puesto que sus padres Sir Lamorak y la bella Melisanda -unos magos un poco extravagantes- se han convertido por error en puercos en muy mal momento. Así es que, el malvado caballero Gilgalad el Magnífico y su ejército asedian Bibernel y la pequeña -que desea ser caballero casi tanto como la joven Meryl deseaba ser guerrera- hallará la oportunidad perfecta para erigirse en heroína. Con más motivo, puesto que ha recibido como regalo de cumpleaños una armadura mágica, en cuyo proceso de fabricación se accidentaran sus progenitores.
Igraín tiene un hermano -Alberto- que es aprendiz de mago, y a pesar de que comete unos cuantos errores, junto con ella serán los encargados de defender Bibernel. Como todos los hermanos estos también tienen sus muchas diferencias, a lo que se suma que ambos posean mascotas que no se llevan bien por naturaleza: Igraín adora a su gato Sísifo y Alberto acostumbra a amaestrar ratones.
En esta historia la magia es parte del mundo cotidiano y la trama recuerda las andanzas del rey Arturo y sus caballeros. Se presenta un castillo encantado custodiado por estatuas de leones que adquieren vida, máscaras en las murallas que devoran las flechas y balas de cañón, un foso con serpientes que Igraín alimenta y acaricia. A esto deben agregase: un gigante bonachón y soñador que regala a Igraín algunos cabellos para el hechizo que hará recuperar la forma a sus padres; unas doncellas que un hechizo ha condenado a la forma de aves; un dragón de tres cabezas que salvan de ser cazado; libros de magia que son seres pensantes con manos y piernas, los cuales tienen su propio carácter y ayudan a los magos en la realización de sus hechizos.
Los adultos son un poco tontos, tanto los buenos como los malos: Gilgalad que de Magnífico sólo tiene el apodo, Rowan Sincorazón que sólo gana en los torneos haciendo trampa, el Caballero Triste con sus exageradas lamentaciones, incluso los papás de Igraín quienes con todos sus poderes cometen un error tan ridículo como equivocar una palabra en un hechizo que los transforma en cerdos.
(Se efectuará la crítica con El mundo encantado de Ela y Dos princesas sin miedo de Gail Carson Levine)
La autora:
Cornelia Funke es alemana, ilustradora y escritora. Nació en 1958 en Dorsten, Westpphalia. Graduada en Pedagogía en Hamburg, luego de la Universidad trabajó tres años en proyectos educativos mientras terminaba un curso de ilustración de libros. Tiene más de cuarenta libros -álbumes, libros para primeros lectores y novelas- entre los que destacan El jinete del dragón y El señor de los ladrones que coparon los puestos más altos en las listas de los libros más vendidos.
Funke comenzó a ilustrar cuentos de otros autores a los dieciocho años, pero mucho antes comenzó a leer cuentos clásicos. O tal vez se los contara su padre. Y eso sumado a que en 1985 vio La Rosa Púrpura del Cairo, la decidió a sumar a los pinceles, la máquina de escribir. No tardó en conseguir sus primeros premios; menos en asimilar esa máxima establecida en la literatura para jóvenes: el autor debe buscar la complicidad de los jóvenes y no la de los adultos. Tampoco tardó el editor inglés Bary Cunningham (según parece el descubridor de J. K. R.) en comprar los derechos mundiales de parte de su obra.
Gabriela Monzón
Extraído con leves adaptaciones de “¡Alohomora! …O de las puertas que abrió Rowling”, Trabajo Final para obtención del Postítulo de Actualización Académica en Literatura para Niños, Instituto “Almirante Guillermo Brown”, Santa Fe, 2006

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