Serafín y la princesa
Magali Azcárate, Graciela Bodratti, Stefanía Elizondo, Gloria Ledesma, Nora Holstein, Glays Widmer, María E. Brickman.
Cuento producido en el marco del Curso Taller de Reflexión sobre la Literatura Infantil y Juvenil "Ensanchando fronteras" a cargo de la Lic. Gabriela Monzón y la Prof. Susana Ciarrocca, Ramírez - Entre Ríos, 2002.
Hace muchos años en un barco pirata muy grande y muy viejo, descascarado de recorrer los mares, había una princesa buena y alegre que cantaba todos los amaneceres. Su voz era dulce y melodiosa, atraía a los peces que seguían la estela que dibujaba el barco sobre el agua. Su tripulación empezaba a trabajar con entusiasmo.
¿Qué estaría haciendo esta princesa, cantando para piratas, bandidos y enanos exploradores?
Nadie sabía. Lo más raro de todo era que ella usaba siempre, pero siempre, siempre, una capa extraña, bordada con dragones dorados. Algunas personas no le daban importancia, pero… uno de los enanos que había llegado al barco hacía poco, sí. Le llamaba especialmente la atención. Él siempre había soñado con lucir una capa tan brillante y hermosa como aquella.
Día tras día, Serafín, que así se llamaba el enano, esperaba la oportunidad en que la princesa se la sacara, aunque fuera sólo por un ratito, y ponérsela.
-¿Cómo me quedará esa capa tan inmensa? ¿Pareceré un príncipe?- Le preguntaba Serafín al capitán del barco cuando estaban solos. Mister Morrison le respondió:
-Te voy a contar un secreto, jamás se lo cuentes a nadie, La princesa, la primera noche de luna llena, camina lentamente a la popa y deja sobre la cubierta su capa para tirarse a nadar con los delfines. Pero sólo pro un momento.
Serafín, desde ese día, salía a mirar la luna, esperando que estuviera inmensa y amarilla sobre el mar.
¡Por fin llegó la noche esperada! La luna estaba como el capitán Morrison le había dicho, se escondió en un bote para espiar a la princesa. Su corazón latía como un tambor pensando si se animaría a ponerse la capa. ¡Era una prueba muy difícil, un verdadero reto! En medio de la penumbra, y sólo iluminada por el reflejo de la luna en el mar, la princesa comenzó a desatar el lazo que sujetaba la capa, mientras cantaba con su voz melodiosa y dulce. De repente, cuando caía la capa, su canción se transformó en un rugir de fuego. Su figura se transformó en un terrible dragón de escamas verdes y doradas que se arrojó al agua.
Serafín no sabía qué hacer. El terror lo paralizaba. Él ya no quería usar la capa y sólo pensaba si debía guardarse para siempre ese secreto, o si se los contaba a los demás.
Corrió desesperado a buscar a su amigo el capitán. Las palabras no le salían, pero Morrison entendió, porque ya sabía todo.
-No te asustes, no tengas miedo, ese dragón nos acompaña y nos ayuda a cuidar la flor encantada que llevamos en el barco, y que transforma con su mágico aroma a la gente mala en buena. Guardemos el secreto- dijo Morrison- No permitamos que el silencio invada nuestro barco y marchite nuestra flor. Ella morirá de tristeza, y nosotros seremos los tripulantes de un sombrío barco pirata, perdido en el mar.
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