miércoles, 9 de mayo de 2007

FUNKE, Cornelia. El señor de los ladrones.

La novela construye un mundo verosímil en el que ubicar los sucesos pero que además resulta fácilmente identificable como la Venecia actual; en esta, los personajes se encuentran todo el tiempo con turistas ansiosos, viajan en el vaporetto, cruzan el Canal, concurren a la plaza de San Marcos, viajan por las islas de la Laguna, y conviven en un viejo cine abandonado.
El mundo de los jóvenes personajes es el de los mal llamados "niños de la calle", y se opone al mundo paralelo y legitimado de familias que habitan viviendas cómodas o viajan en avión, en tren y ocupan lujosas suites de hotel.
Seis chicos de diferentes edades son los protagonistas de esta historia. Próspero y Bonifacio son dos niños alemanes que al fallecer su mamá huyen a Venecia para librarse de la custodia de unos odiosos tíos. Estos en realidad no desean criarlos a ambos sino quedarse con el pequeño Bo, cuya cara de ángel seduce a quien lo ve. Llegados a la ciudad son auxiliados por tres compinches -Avispa, Mosca y Riccio- que viven por su cuenta en un viejo cine abandonado. Todos ellos se mantendrán con lo que les aporta Escipión -El Señor de los Ladrones- quien es un joven de unos diecisiete años, el cual les lleva objetos robados para que los vendan.
Y por emprender la aventura de robar un objeto misterioso es que se embarcarán en la aventura de su vidas.
En la historia los adultos responden a varias categorías: los insoportables tíos Hartlieb interesados por su comodidad y apariencia; el bueno y sagaz Víctor Getz que ejerce de investigador privado; el odioso padre de Escipión, rico, frío y autoritario; Ernesto Barbarrosa, el tramposo anticuario que trafica con objetos hurtados; los hermanos Morosina y Renzo amargados por el rencor y el deseo de ser niños nuevamente; Ida Spavento, una fotógrafa generosa y con sentido del humor, quien junto a Víctor se verá metida en más de un embrollo por ayudar a los jóvenes. Víctor e Ida aunque adultos tienen algo de niños, de espíritu aventurero y juguetón; él como detective acostumbra a disfrazarse en sus misiones por lo que se divierte adoptando otras identidades y ella también probará lo interesante del juego al hacerse pasar por otra persona para salvar de líos a los chicos.
Los únicos personajes ligados a lo sobrenatural son aquellos que cambian su edad al montarse en el carrusel mágico.
En El señor de los ladrones, la narración de Cornelia Funke es -como siempre- deliciosa y amena, y este caso no es una excepción el fuerte contenido humano como sostén de la historia. En esta novela en que hay grandes que juegan a ser niños, niños que las hacen de grandes sobreviviendo por su cuenta y otros que desean crecer desesperadamente o volver atrás el tiempo; una serie de ejes nada triviales atraviesan la trama: el abandono, el maltrato, el desinterés de los adultos; pero también: la amistad, la necesidad de afecto, de fantasía, de contención. El logro es realizar una novela entretenida, cálida, tierna, sin caer en la cursilería ni en la denuncia social agobiante, porque en todo momento se lee como literatura de la mejor.
(Se ofrecieron datos de la autora en el artículo sobre Funke, Cornelia. Igraín la valiente)
Gabriela Monzón
Extraído con leves adaptaciones de “¡Alohomora! …O de las puertas que abrió Rowling”, Trabajo Final para obtención del Postítulo de Actualización Académica en Literatura para Niños, Instituto “Almirante Guillermo Brown”, Santa Fe, 2006

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