miércoles, 27 de febrero de 2008

Retratos de lectoras

Así como en otras ocasiones les he acercado las imágenes originales de lectores captados por la cámara fotográfica y el arte escultórico, hoy les ofrezco estas impresionantes obras pictóricas que captan lectoras de distintas edades, épocas y materiales. Me llamó la atención el hecho de que en la mayoría de los casos cuando se indaga en la red acerca de esta cuestión, las pinturas que aparecen abundan en figuras femeninas, lo cual me lleva a preguntarme y plantear una serie de reflexiones: ¿no es que el terreno intelectual se asoció siempre a lo masculino?, ¿no es que las mujeres no debían perder el tiempo leyendo habiendo tareas propias de su género de las que ocuparse?, ¿no podría suponer la lectura en ciertas épocas una forma de rebeldía del pensamiento o un "peligroso" modo de aprender?... Interesante revelación la del arte que le ha atribuido sin censura a la mujer un lugar en el mundo de las palabras y el significado...

Métanse en sus asuntos Sras. Didácticas de las Ciencias Naturales, Sociales, Matemáticas y otras hermanas…

Hace ya un buen tiempo que me anda asediando el pensamiento, este debate en torno a la “intrusión” que diversos campos disciplinares y sus didácticas ejercen en relación con el discurso literario, y si bien me parece un aspecto imprescindible y necesario de ser abordado en la discusión en torno a las cuestiones específicamente pedagógicas de los Institutos Formadores, no pareciese constituir un aspecto de peso entre quienes ejercen la función de formar a los futuros docentes en los lineamientos de las llamadas didácticas especiales.

Como apoyo de los argumentos que sustentan la perspectiva que presentaré a continuación, me parecen de capital importancia, tanto el apartado “La superposición disciplinaria y traviesa” del libro Cara y cruz de la literatura infantil de María Adelia Díaz Rönner, como dos artículos de Magdalena Helguera, dotados de una saludable dosis de ironía irreverente que tan bien hablan de la cuestión: Literatura infantil ¿Cenicienta de la educación? y Que el cuento sea cuento.

Ahora bien, cada vez que veo venir a un alumno/futuro/docente con una planificación de clase de Ciencias Naturales, de Ciencias Sociales, de Matemática, de Formación Ética y hasta de Educación Física… en la que usa sin escrúpulos un pobre cuento, una inocente poesía, o algo que se asemeja al discurso literario, estoy a punto de ser víctima de una apoplejía…

¿Exagerado? Veamos los motivos elementales:

El eje de la cuestión es que este accionar no se percibe como una falta de respeto:

  • a la ciencia en cuestión y su propia didáctica, que ha desarrollado históricamente un modo particular de construir el conocimiento que la caracteriza, ha teorizado sobre ello y ha pretendido que los aprendizajes escolares se vinculen a esa historia propia de cada campo del saber que necesita estrategias de apropiación especiales. Esto supone también una falta de respeto al discurso propio de la ciencia en cuestión, o sea la los textos que dicen de un modo específico ese saber y que no pueden reducirse a un pseudodiscurso que los presenta diluidos en metáforas tontas.
  • a los alumnos: puesto que básicamente se pide que se muestren interesados por un saber sobre el que se les miente, sobre el que para entusiasmarlos se usan otros textos y luego se espera que manejen con eficiencia el discurso científico. A lo que se suma la utilización de lo que habitualmente es pésima literatura si es que puede llamársele de esa manera a los textos construidos ex profeso desde una función pedagógica y revestido de falsa literaturiedad.
  • al propio docente: que al recurrir al texto ajeno al campo del que se ocupa, al mensaje que ni siquiera fue producido para comunicar un saber, anula su propia posibilidad de ser comunicador del “saber enseñado” como intermediario entre los que elaboran el “saber sabio” y los chicos. Además de que se desautoriza a sí mismo y su palabra, degrada la de los especialistas; menoscaba su propia valía de enseñante y su creatividad para organizar situaciones de enseñanza y aprendizaje originales, acordes con su especialidad.
  • a la Literatura: ¡qué duda cabe! la literatura es la gran perdedora, puesto que siendo un discurso social con sus propósitos propios, con sus reglas específicas que suelen además romper con las habituales de otros textos, se ve exigida de responder a una finalidad utilitaria, desnaturalizándola. Y para empeorar el panorama se da licencia de “literarios” a textos horriblemente escritos, que de ninguna manera son una creación artística y que subestiman la inteligencia y la capacidad de construir conocimiento de niños y adolescentes.

Basten estas, por ahora, como primeras reflexiones, si bien es posible seguir ahondando en la problemática y será valioso recibir el aporte de los fieles lectores del blog.

Y antes de terminar, debo admitir que es necesario hacer mea culpa desde el propio campo disciplinar de la Lengua pues esta ha sido la primera que se apropió con patente de corsario, a lo largo de los siglos, del discurso literario como la “lengua culta” a ser considerada modelo, y sus textos han sido descuartizados y analizados en pro del aprendizaje del “buen decir”. Valga también la revisión que el enfoque activo reflexivo hace de este paradigma, instalando en su lugar de discurso social independiente a la literatura, y considerando a todos los textos de circulación social como objeto del aprendizaje lingüístico.

viernes, 22 de febrero de 2008

¡¡Ya tengo "Harry Potter y las reliquias de la muerte"!!

Lo cierto es que aunque sigo apareciendo muy poco por mi querido blog, no podía dejar pasar un suceso importantísimo: ya tengo mi ejemplar de Harry Potter y las reliquias de la muerte, pues por fin llegó el esperado 21 de febrero y a las 20:00 hs. estuve puntualmente en la librería Códice de Paraná esperando para adquirir mi libro. Fue genial encontrarnos con cuatro de mis queridos alumnos de 1er. año Polimodal de la Escuela Normal: Santi, Maira, Natalia y Natasha. Comentario extra: no me gusta en lo más mínimo la portada que se le colocó en Argentina, feo dibujo, y además absurdo ¿alguien puede decirme qué diablos es ese león de fuego que pusieron en la contratapa?... Ya leí el libro y sigo preguntándome cuándo aparece un ser así... Ah... ¡buenísimo fue ganarme una Agenda 2008 Harry Potter en el sorteo que hizo la librería!

miércoles, 6 de febrero de 2008

Reflexiones para iniciar las actividades escolares 2008

A una semana de iniciar en Argentina las actividades escolares en este 2008 que se avecina muy activo, se disparan todas las neuronas intentando sistematizar cambios, proyectos, actividades, nuevos materiales, procedimientos, y mil cosas que cada instancia similar supone.

Por un lado, la ansiedad, las ganas renovadas, el casi aburrimiento por la inactividad y descanso vacacional, y por otro, el natural temor de proponerse muchas cosas y morir en el intento de lograrlas. A lo que se suma cada vez, el hecho de descubrir que una sabe muy poco, que aún queda tanto por aprender y hacer, y más le vale no volverse loca intentando ponerse al día y haciendo todo eso que se considera necesario, útil, obligatorio, responsabilidad propia, pues claro que se termina el año a fuerza de alprazolam…

En este contexto, se me ocurre retomar un fragmento de Jesús A. Beltrán Llera, el que me parece interesantísimo por su claridad, llaneza y precisión, además de que viene muy al caso en esto de empezar a pensar la vuelta al aula.

“[…] El oficio y el placer de enseñar

El oficio de enseñar exige, como en cualquier otro oficio, tres condiciones que adquieren connotaciones específicas en la práctica de acuerdo con las características propias de la enseñanza: competencia, eficiencia y personalidad. Competencia: La primera condición del profesor experto es que sea competente. Esta competencia tiene hoy tres ámbitos de referencia: competencia académica, pedagógica y tecnológica. Con relación a la exigencia de que el profesor sea un experto conocedor dentro de un campo científico determinado, no podemos ponerle ningún pero […].

Y ahí es donde el profesor logra su verdadera autoridad. Es bien conocida la expresión de que alguien es una “autoridad en la materia”. Cuando un profesor alcanza este dominio, es capaz de resumir o de ampliar los conocimientos, de teorizar o de bajar a situaciones concretas, de utilizar uno u varios métodos didácticos diferentes; pero, sobre todo, conoce quién sabe y quién no sabe, cuáles son los puntos sensibles de su campo y cuáles están perdiendo actualidad, dónde están las verdaderas fuentes de información y dónde se trabaja para la galería, dónde está el futuro y dónde está el pasado.

Ahora bien, el profesor tiene que ganarse la autoridad día a día. ¿Cómo puede conseguirla? La autoridad del profesor viene de la actitud moral que manifiesta en la clase ante el aprendizaje, la verdad, el conocimiento; de la decisión de enseñar lo que honestamente sabe y domina; del reconocimiento de sus propias limitaciones, e incluso lagunas y errores, dentro de las áreas de conocimiento de su especialidad; de la autenticidad de sus convicciones ante las diferentes situaciones de la vida y, en especial, de las relaciones interpersonales en el aula; del reconocimiento de las ideas y creencias de sus estudiantes, que son únicos y diferentes entre sí; de su convencimiento en cuanto a los medios eficaces para mejorar el aprendizaje de los estudiantes, que están, evidentemente, más cerca del atractivo o la utilidad de las materias que de la obligación o la amenaza de las calificaciones. El profesor no puede pavonearse de la autoridad o insistir en ella. Si es forzada, los estudiantes descubren inmediatamente sus orígenes en la inseguridad o la falta de autenticidad, es decir, la ausencia del sentido del yo que subyace a toda autoridad genuina.

Pero el problema está, sobre todo, en el conocimiento que le corresponde como experto pedagógico. Ahí conviene señalar que el profesor tiene una complicada tarea, como es la de realizar esa difícil conjunción entre lo que es la racionalidad técnica y la racionalidad práctica, entre el científico que aplica inmediatamente los descubrimientos de la ciencia a la situación educativa y la inteligencia práctica que es capaz, primero, de definir la situación educativa y aplicar luego una solución aceptable.

El asunto se complica todavía más si tenemos en cuenta que la situación educativa no está casi nunca definida ; es el profesor el que la tiene que definir, y ahí es donde se ve el temple de artista que lleva dentro. El profesor no puede ser solamente un científico; tiene que ser un artista y definir cada día la situación que se encuentra cuando llega a primeras horas de la mañana a su clase, porque nadie la va a definir por él; y no le basta con definirla; tiene que descubrir imaginativamente, la solución adecuada en cuestión de décimas de segundo, y esto repetidas veces al día.

Esta situación nueva, desconcertante, compleja, por una parte, puede ser enriquecedora porque nos ayudará a cambiar poco a poco las claves en las que se apoyaba el tradicional sistema educativo, pero, por otra, puede desanimar al profesor y provocar actitudes y comportamientos que hacen sin duda difícil la convivencia escolar. Aquí hay un elemento de gran preocupación: podemos perder el control de la clase; podemos empezar a romper la convivencia, porque quizás no estamos del todo preparados, porque nos faltan recursos, conocimientos o estrategias que hasta ahora no habíamos tenido que utilizar y no sabemos cómo hacer frente a situaciones como ésta. Esa conjunción inteligente del científico y del artista, de la ciencia y de la imaginación, es la que nos hace falta y se hace cada vez más imprescindible para construir esa comunidad ideal que comprometa a cada uno de los miembros de la clase y los conduzca por vías educativamente más estimulantes y creadoras. […]”

Fragmento de “Enseñar a aprender” por Jesús A. Beltrán Llera, en “II Nuevos paradigmas educativos”, Enseñar @ aprender. Internet en la educación. Volumen I. Nuevos paradigmas y aplicaciones educativas. Madrid, EducaRed. Fundación Telefónica, 2005