Texto escrito por J. L. y su tía C. La autora era socia del Club de Jóvenes Lectores y este cuento fue publicado en Libromanía, Revista del Club de Jóvenes Lectores, María Grande - AÑO 2 – NÚMERO DOS, junio/julio de 2004, Año del Centenario de María Grande.
Ambas fueron las autoras del dibujo que ilustró la tapa de la publicación, la cual representaba a nuestra mascota: una tortuguita de... cerámica.
La reina Zarposa era una babosa muy glamorosa que vivía en su reino comprendido entre el tobogán más alto del parque Merceditas y el cordón de la vereda sur. Aunque nadie sabía bien de la veracidad de su realeza, ninguno de sus súbditos se atrevía a cuestionar a la soberana porque tenía muy mal carácter. Sin embargo, lo que nadie ponía en duda era que la reina Zarposa era famosa por su fastuosa “Convención de los exóticos”, fiesta que brindaba cada año, donde ella presidiendo un jurado formado por su séquito real, elegía el animal o grupo de animales más raros del encuentro. Ese día se reunían en el parque tortugas con la caparazón en la panza, caballos que en vez de colas tenían trenzas, vacas que daban leche chocolatada, los infaltables perros con dos colas y otros bichos raros que año a año superaban en originalidad la capacidad de asombro de la reina Zarposa.
Un día, un chico muy bueno e inteligente pero a la vez travieso llamado Matías salió de la escuela y como de costumbre buscó a su perra Pelusa para ir al parque y tomar unos mates debajo del árbol con ramas en forma de hongos. Mientras Matías le contaba a Pelusa su día en la escuela oyeron un zumbido bajito. Miraron hacia arriba y vieron unos mininos graciosamente emperifollados volando en formación hacia el sur.
-¿Adonde van esos gatos alados?- preguntó Pelusa.
-A ver a la reina Zarposa- contestó Matías sin agregar detalles.
-¿Y quién es esa reina?- quiso saber Pelusa.
Entonces Matías le contó de la reina y de la convención anual y Pelusa no quiso perderse semejante evento así que guardaron el mate en la mochila y fueron tras los gatos alados. Al llegar al castillo de la reina Zarposa quedaron maravillados al ver patos con picos de cigüeñas, cangrejos que caminaban hacia delante, zorrinos que desprendían olor a lavanda, cebras que en vez de rayadas eran circulares y otras rarezas del mundo animal.
Después de un gran banquete y el discurso de la reina Zarposa comenzó la elección de “Los exóticos del año”. Cuando llegó el turno de los gatos alados realizaron una prolija exhibición aérea que deleitó al público y al jurado por supuesto.
Al final de la jornada, la reina y el jurado nombraran ganadores a los gatos alados ante los aplausos de algunos y los pucheritos de otros presentes. Pelusa, observando desde lejos estaba verde de envidia por el premio de los gatos, que como todos saben, son enemigos de los perros.
Pero cuando la fiesta terminó y todos los animalitos se fueron, Matías y Pelusa, que se quedaron observando detrás de un árbol, conocieron las verdaderas intenciones de la babosa: la reina Zarposa, que era muy vanidosa y ambiciosa, quería que los gatos fueran sus esclavos y la transportaran en su travesía para extender los límites de su reino.
-¡Tenemos que hacer algo para ayudar a los gatos alados!- dijo Pelusa olvidando viejos rencores.
-Tengo la solución: hay que conseguir cloruro de sodio- dijo Matías acomodándose los lentes.
-¿Y de donde vamos a sacar eso?-preguntó la perrita.
-De la cocina de mamá- dijo el nene y le explicó que en realidad, el cloruro de sodio no es más que la sal que las mamás usan para cocinar.
-Ah, bueno, vamos por la sal entonces- gritó Pelusa mientras salía corriendo.
En la casa de Matías prepararon una solución con sal y agua y regresaron al parque y reino de la reina Zarposa, donde vieron que los gatos estaban muy tristes dentro de celditas mientras que la reina se paseaba por los jardines de su castillos. De un salto, Matías y Pelusa rodearon a la reina y la amenazaron:
-¡Reina Zarposa, libera a los gatos alados o morirás bajo el efecto de esta solución salitrosa!.
-¡No, eso no!- pedía por favor la babosa que resultó ser muy temerosa y se moría de miedo pensando en que podía terminar achicharrada por la sal.
Inmediatamente la reina miedosa dejó libres a los gatos que salieron volando muy agradecidos. Los que casi salieron volando también fueron Matías y Pelusa porque el nene, con tanta convención tramposa, había olvidado que tenía que hacer la tarea de matemáticas y su mamá lo estaría buscando furiosa.
Y colorín colorado, este cuentito genial ha terminado.
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