domingo, 4 de marzo de 2007

Mi deuda con Graciela Montes...

Si hay una autora a quien le debo inspiración, guía, auxilio y estímulo, en esto que es el andar entre los libros, los chicos y los grandes, esa es Graciela Montes. Ella ni siquiera ha de saber que en 1995 fui una de las emocionadas escuchas de su ponencia “La frontera indómita” en el Primer Congreso de Didáctica de la Lengua y la Literatura en La Plata -provincia de Buenos Aires-; tampoco ha de saber que ese momento cambió mi vida en la docencia, y menos aún que atesoro con profundo afecto la copia de su escrito con su firma, la que gentilmente nos permitió reproducir (pasaría el tiempo aún hasta que se convirtiera en libro). Creo fervientemente que hay encuentros cruciales y en esos momentos decubrimos a aquellos que serán nuestros maestros aunque no volvamos a hablar con ellos, y esas situaciones cambian rumbos en nuestros aprendizajes marcándonos de forma indeleble. A continuación les ofrezco un fragmento que había de iluminar los vaivenes de la enseñanza de la literatura y me daría arrestos para emprender los más audaces proyectos…
“Hay por supuesto muchas formas de ver esta cuestión, y muchos atajos y coartadas para otorgarle o quitarle sentido a lo que uno hace. Pero, a mi modo de ver, no hay vuelta que darle, enseñar literatura no puede significar otra cosa que educar en la literatura, que ayudar a que la literatura ingrese en la experiencia de los alumnos, en su hacer, lo que supone, por supuesto, reingresarla en el propio. Educar en la literatura es un asunto de tránsito y ensanchamiento de fronteras. Y un asunto vital, en el que necesariamente están implicados los maestros y profesores, aunque no sólo ellos. Claro que es muy difícil ayudar a ensanchar la frontera de otros cuando la propia está encogida, apelmazada. Es casi imposible hacer que la cultura se convierta para otros en experiencia cuando para uno sólo es un dato del mundo exterior, un trámite; por ejemplo el requerimiento de un programa. Y es difícil poner las energías en la construcción de las fronteras cuando se carece de la confianza mínima en el mundo exterior, [...] o cuando todo es tan hostil que cualquier esfuerzo constructor parece perder sentido. Sin embargo, si nos ocupamos de cultura nuestro oficio es ese, es eso lo que nos compete. Si ya no nos interesa nuestro oficio, si hemos decidido reemplazar toda reflexión sobre él por comentarios difusos acerca de las noticias aparecidas en los diarios, será porque ya hemos entregado una zona considerable de nuestra frontera.”
MONTES, Graciela. La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético. México DF, Fondo de Cultura Económica, 1999.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! Soy Miriam, docente de primaria. No sabés cómo me emociona cada vez que leo algo de Graciela Montes!! Es tanta la pasión que vuelca en todo lo que realiza, que a uno la llena, la conmueve...
Amo leer e intento trasmitírselo a cada grupo de nenes, con los que comparto cada año!Hermoso tu blog, lleno de magia, belleza, arte!!!

Gabriela Monzón dijo...

Gracias, Miriam, por tu visita y generosos elogios.
Graciela Montes es una especie de faro en mi carrera, es increíble todo lo que escribe y le impacta a una en lo más hondo.
¿Sabés? En el profesorado donde trabajo fundé con mis alumnos una Biblioteca de Literatura infantil y juvenil que llamamos "Humberto sapo verde" por un personaje suyo.
No podía menos que rendirle un homenaje...
Un abrazo
Gabriela