miércoles, 27 de junio de 2007

El placer de enseñar

El siguiente fragmento pertenece a un material bibliográfico entregado en el III Congreso Internacional de EducaRed (Madrid, noviembre de 2005). Me pareció que este segmento dice mucho más que tantos palabras derrochadas acerca de la vocación docente, acerca de nuestro rol, acerca de esta misteriosa, compleja y delirante profesión...
En breve iré publicando nuevos aportes del mismo origen.
El placer de enseñar
La satisfacción de la enseñanza no es comparable con ninguna otra. Es una guía más segura que la norma o el deber. Es la que nos permitiría distinguir y elegir entre lo que se debe hacer y lo que no. Además es un criterio de calidad educativa. Si profesores y estudiantes aprenden juntos y no experimentan sentimientos de satisfacción, es que algo va mal. Cuando los profesores disfrutan enseñando, los estudiantes disfrutan también y les devuelven esa satisfacción colaborando con ellos. Pero el verdadero placer del profesor se produce cuando los alumnos además de los resultados realizan tareas verdaderamente creativas y originales. Y es que a través de ese medio se produce algo misterioso en la vida de los alumnos. Y este placer no viene de la utilización de los otros, sino que se produce cuando alguien distinto de uno mismo ha superado alguna limitación personal, ha roto alguna barrera psicológica o ha logrado alguna meta hasta entonces inaccesible.

El significado más profundo de enseñar, de profesar, de ser profesor es el de comprometerse sinceramente con algunas ideas determinadas. Profesor no es el que suministra información , sino el que cree en lo que hace porque se identifica con ello.

Los estudiantes son inteligentes y saben descubrir si a un profesor le gusta o no lo que está haciendo. Si el profesor no siente el placer de enseñar, el alumno piensa que lo que enseña no merece la pena aprenderlo. Y si todos los profesores enseñan solamente porque se ven obligados a ello, pensarán que no merece la pena aprender.

El conocimiento se puede transmitir por muchos medios: los libros, las máquinas, los instrumentos. Pero el significado, es decir, el conocimiento encarnado en la entraña personal y vivido en forma de metas y proyectos de vida sólo se puede mostrar y contagiar con la vida, y especialmente con el placer de enseñar. Sólo una persona que profesa un conjunto de significados puede impulsar la integración significativa de los conocimientos en la vida de otra persona.

Se puede aprender a disfrutar de la enseñanza, pero no puede enseñar a disfrutar del aprendizaje. Los procesos íntimos: aprender, conocer, amar, tienen que ser descubiertos por sí mismos. Sólo pueden ser “facilitados” cuando se contempla la satisfacción de alguien que los vive diariamente en su clase.

Fragmento de “Enseñar a aprender” por Jesús A. Beltrán Llera, en “II Nuevos paradigmas educativos”, Enseñar @ aprender. Internet en la educación. Volumen I. Nuevos paradigmas y aplicaciones educativas. Madrid, EducaRed. Fundación Telefónica, 2005

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta es etapa de exámenes parciales de las materias anuales de los IFD en Argentina...
Muchos de nuestros alumnos (futuros docentes) que arriban a la docencia porque no les queda otra, han de ver a muchos de sus docentes que arribaron a la docencia porque no les quedó otra... y no han de conocer ni por propia vivencia ni por contagio eso del "placer de enseñar"...
¿Será que su desempeño en las instancia de evaluación nos está indicando algo de eso?

Saludos
S. R. B.

Anónimo dijo...

Muchos hablan del "desinterés" de los alumnos por aprender, por leer, por... tantas actividades que les plateamos. Pero ¿Alguna vez pensamos los docentes que nuestros alumnos perciben nuestro propio desinterés por enseñar? ¿Replanteamos nuestro modo de enseñar o seguimos mirando al alumno como único responsable de nuestras repetitivas propuestas didácticas?
Miriam

Anónimo dijo...

esto me fue de mucha utilidad para elaborar un ensaayo muy buena informacion.
anonimo