miércoles, 27 de enero de 2010

¿Qué mediadores seremos? Artículo para pensar: "Fundamentalismo y ortolectura", por Juan Domingo Argüelles


Hallé este artículo andando la web y quedé maravillada por la honesta, demoledora y provocadora crítica que realiza de los llamados "promotores de lectura" o mediadores. Ahora... hay que ver si no hemos caído intencionada o fortuitamente en una de esas actitudes aberrantes... ¿estaremos alejando a los lectores?
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Fuente original: El Financiero / México, miércoles, 14 de enero de 2009
Fragmento del libro que acaba de publicarse en México en Editorial Océano: La letra muerta: Tres diálogos virtuales sobre la realidad de leer, 2010
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Existen promotores de la lectura que no tienen el menor ánimo de reflexionar, no ya digamos de dudar, sobre su tarea. ¡Vaya paradoja! Creen, de veras, que todo el asunto de la promoción y el fomento de leer se reduce a técnicas, fórmulas y recetas. De lo demás no quieren hablar, mucho menos escuchar. Están convencidos de que su misión es patriótica, ortopédica, religiosa, redentorista y moral: hacer lectores para salvar almas.
Al igual que los puristas de la lengua, que no advierten que el idioma se transforma con el uso, los militantes de la ortolectura no se han enterado aún de que los lectores y las formas de leer han cambiado, y de que si muchos adolescentes se resisten a leer libros no lo hacen -como escuché decir a una promotora- nada más por joder, sino porque les imponemos modelos, fórmulas y recetas que, a lo largo de los años, ya demostraron suficientemente su ineficacia.
Como el modelo patriótico-religioso de lector es el que nosotros mismos encarnamos, no nos atrevemos a discrepar con nuestro ego. Autocomplacientes, no dudamos ni un instante que nosotros somos buenos, porque leemos; inteligentes, porque leemos; maravillosas personas, porque leemos, a pesar del visible malhumor y la poca calidad humana de algunos que asumen, desde la superioridad vanidosa, que su filantrópica misión es la de transformar burros en personas.
Así las cosas, no sólo no ganamos conocimiento gracias a los libros sino que, fanáticamente, perdemos humanidad, tolerancia y humildad. Resentidos, porque no todos son como nosotros, queremos sumar y uniformar, y como son muchos los que se resisten, nos arrogamos el derecho moral de infravalorarlos. Hay, sin embargo, algo peor que este ardor proselitista. A veces, la actitud grosera, necia, acomplejada y mezquina hacia las expresiones contrarias al dogma tiene como única motivación la custodia de la fuente de empleo.
Tememos no ser convincentes si no mostramos ímpetu de vendedores (aunque lo que vendamos sólo sea humo). Nos creemos indispensables y, sin decirlo (pero sabiéndolo), nos convertimos en tenaces mercaderes de muletas. Si no hay lisiados, no hay clientes. Y a esto nos abocamos, manipuladoramente: a decirles a todos que son lisiados si no leen, inválidos incluso, y aquí el término inválido es denostador y denotativo: que no tiene fuerza ni vigor; que adolece de un defecto físico o mental, y que es nulo y de ningún valor, por no tener las condiciones que exigen las leyes. En este último caso, es obvio: las leyes de la ortolectura para ser mejores.
Hay promotores de lectura que son tan refractarios y tan despectivos hacia las ideas que no comparten (fundamentalistas en esencia) que la inquietud que nos asalta termina por entristecernos: si ese modelo de ser humano intolerante, fanático y mezquino es hechura de los libros, entonces el Paraíso Libresco que pregonan es más un infierno que un edén. Si ellos son el modelo, la lectura es horrible.
Ante un fanático es casi imposible dialogar, mucho menos debatir inteligentemente, porque se niega a escuchar. Todo intento choca contra un muro de certezas, sin asomo de dudas. Sócrates vuelve a beber la cicuta: para el fanático, como para los jueces que condenaron a muerte al filósofo, todo es voluntarismo de lo que debe ser y lo que debe hacerse.
Y es triste que, en materia de lectura, la burocratización esté consiguiendo lo contrario de lo que dice fomentar: el placer de leer. Y no me refiero, únicamente, a la burocratización de la institucionalidad pública, sino a algo más grave: la burocratización del espíritu. Esa burocratización que se revela en la actitud de quienes creen (y nunca dudan) de que el único medio para formar lectores es la ortolectura: programas y esquemas inflexibles; fórmulas rígidas; métodos y recetas infalibles y, por supuesto -al igual que la ortopedia-, corsés y muletas. ¡Vaya con el placer de hacer lectores!
Es en este punto cuando entendemos por qué la gente se resiste a leer y es entonces cuando cobran todo su provocativo sentido liberador la célebre conferencia y el paradójico consejo de ese gran lector, escritor y promotor de la lectura que es Alessandro Baricco: Queridos jóvenes, es mejor no leer.

Extraído de: prensafondo.com, edición del día: miércoles, 14 de enero de 2009

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Deseo acercarles a mis lectores la comunicación que con su inmensa gentileza ha hecho llegar a mi correo Juan Domingo Argüelles, el autor de este texto. No puedo evitarlo, estoy tan contenta, que tengo que compartirlo con ustedes...

“Me he sentido muy estimulado, muy contento de veras, de que hayas tenido la iniciativa de compartir con otros lectores mi reflexión […]. Para mí es decisivo e importante que en esta materia tan apasionante de los libros y la lectura aprendamos a dialogar gentilmente con los otros, e incluso a discrepar cortésmente si es el caso; porque a veces los libros nos pueden llevar a distanciarnos de los demás, sobre todo de los que no leen, y lo más importante para mí al menos es que reconozcamos a nuestro prójimo no lector, que muchas veces no ha tenido jamás la oportunidad de gozar un libro porque no hubo nadie que le supiera abrir esta fantástica puerta. Tú lo haces muy bien desde tu bitácora. Te felicito por tu blog y por tu entusiasmo. Demuestras ser una lectora muy inteligente y muy gentil, al igual que tus interlocutoras e interlocutores a quienes has convocado a la reflexión. Recibe mis saludos más afectuosos desde México.
JUAN DOMINGO”




5 comentarios:

VALERIA dijo...

Esta es una crítica realmente avasallante... y real.
No podemos ser tan ingenuos en pensar que la lectura nos hace mejores personas. Mucha de la gente querida que es parte de mi vida, familia y amigos, no tienen una relación intensa con los libros. Y eso no les hace perder su calidad humana.
Es más, a veces me pregunto sino seré un tanto egoísta ya que los libros me hacen "cortar" durante quizás demasiado tiempo toda relación de amor. ¿Un ejemplo?: mi hijo, más allá de que entiende que la lectura es tan natural para mí como conversar, escuchar, respirar, caminar, me reclama más atención. Y mi esposo, mmmm, directamente no lo comprende, jajaja.
Bueno, dejo de hablar de mí para leer a Michéle Petit
"...añadiré que tampoco estoy convencida de que el lector sea una persona más respetuosa del otro, más democrática, aun cuando la lectura sea tal vez un factor necesario, propicio, pero insuficiente, para la democratización de una sociedad."

Gabriela Monzón dijo...

Vale... qué lindas reflexiones, precisamente de eso andaba leyendo, esto de que los libros deben hacernos "volver" a la vida fuera de ellos un poco mejores, coincidencia de Baricco, Petit, Argüelles, qué interesante...
Sin duda que esta pasión también nos obsesiona y a veces la permanencia en el otro mundo es bastante más fuerte y emocionante que en este, al decir de Cornelia Funke a través de sus personajes de Corazón de tinta: los libros nos brindan a veces cosas que este mundo no, y yo creo que es válido impacientarnos con las rutinas, aún con nuestros afectos...
Cada uno aprenderá a cómo negociar la estancia en este mundo, y que quienes nos rodean sepan que podemos vincularnos mejor con ellos por los libros y no a pesar de estos...
besotes
Gaby

I. CAMACHO dijo...

Una entrada para la reflexión. Efectivamente, las personas que nos dedicamos al fomento de la lectura debemos ser receptivos y estar atentos y abiertos a todo: nuevas formas de lectura, nuevos soportes, nuevos temas y fórmulas literarias... Hay que acercarse sin prejuicios a la literatura infantil y juvenil e intentar -por contra- que los chavales se aproximen sin complejos a los clásicos (más o menos adaptados, según la edad) porque en ellos sigue habiendo cosas que no deberían perderse. En fin, es una tarea difícil, para mentes abiertas. Por otro lado, es importante predicar con el ejemplo y partir de una premisa muy clara: la lectura, por sí sola y a secas, no nos hace mejores ni más felices.
Un saludo desde Madrid y enhorabuena por el blog.

Cele dijo...

Hola Gabi recién hoy tuve tiempo de leer esta reseña. Importante no? y por sobre todo me quedé pensado en algo, como sabes me encanta leer y eso a los que no lo hacen parece molestarles. También está el hecho de que uno se mimetiza y encierra en los libros, pero esto no solo me pasa con la lectura, también suele sucederme con la carrera y sin darme cuenta termino cerrándome en un circulo de personas especifico o a fin a mi carrera o a mis gustos por la literatura. Y es realmente un problema!!!!!
No te pasa igual?
Y con respecto a pensar que somos más inteligentes por el simple hecho de leer. No todo lo que está escrito es valido, uno siempre debe leer con la idea de poder "reflexionar", sin tomarlo todo al pie de la letra!!!!
Besos Cele

Gabriela Monzón dijo...

Gracias amigos de Biblos y querida Cele...
Siempre es un gusto compartir opiniones sobre esta pasión y quehacer que nos convoca: la lectura... y pensar juntos qué nos hace crecer en nuestra labor.
Un abrazo
Gaby