domingo, 31 de agosto de 2008

Laura Gallego García. Memorias de Idhún I: La Resistencia. Memorias de Idhún II: La Tríada. Memorias de Idhún III: Panteón.

La trilogía de esta joven escritora española constituye uno de los más extensos mundos narrativos en los que me he sumergido en los últimos tiempos, y dada la enorme cantidad de páginas que la conforman, una podría pensar que en algún momento podría llegar a aburrirse… Nunca sucede eso.

La creación de Gallego es una maravillosa y compleja historia de amor, odio, venganza, lucha entre razas, guerra entre dioses, y una búsqueda de un bien que cada uno percibe de un modo diferente. Constituye una genial saga de género épico fantástico, escrita con tono ameno que se va afirmando paulatinamente desde un inicio un tanto titubeante hasta transformarse en una trama adictiva para ser devorada sin pausa.

Debo reconocer que me asombró un poco descubrir en el universo virtual la pasión que había despertado en tantos lectores juveniles -y no tanto-, lo que -humildemente- creía excepcional y casi privativo de Rowling o Meyer. Pues me retracto, y me uno además a quienes aman estos libros, porque yo también me enamoré de ellos y he iniciado itinerarios de contagio.

Lloré, reí, me enternecí, temí y me enojé, e incluso quedé francamente agotada por momentos. Eso resume una gama de sentimientos y estados de ánimos por los que el lector pasa sin tregua.

No me explayaré en los hechos de la historia ya que abundan sitios en los que se revelan los mismos, y si bien se llegan a vislumbrar las múltiples fuentes del género y de la mitología en las que abrevó la escritora para crearla, no deja de resultar original, única, apasionante e interesantísima.

Un mundo -Idhún- invadido por los sheks, serpientes aladas convocadas por el maligno Nigromante Ashran, el exterminio de los unicornios y los dragones que se produce a la par, la huida y persecución de los magos; y en este contexto, una niña y un adolescente terrestres que son mucho más de lo que parecen; un príncipe y un joven hechicero que constituyen en el principio toda la Resistencia, quienes buscan denodadamente al último unicornio y al último dragón enviados a nuestro planeta para ser salvados; un adolescente medio humano medio serpiente que -aún siendo un asesino frío y calculador- se enamorará de aquella a la que debe destruir. Y ese será el inicio del cumplimiento de la profecía que los dioses hicieron, más no el final de sus contiendas en las que los seres “inferiores” -humanos, feéricos, celestes, yan, bárbaros, serpientes, dragones, unicornios, y tantos otros- son sólo sus peones descartables y sin importancia, son sólo “el parpadeo de una estrella” en el tiempo infinito del que ellos están hechos.

Vale la pena visitar la web de la escritora, y por supuesto internarse en los otros universos fantásticos que ha creado para nosotros, cosa que decido hacer ineludiblemente…

Gracias Marina (“Miniwina” quien luego cambió su seudónimo y lo olvidé), pues con tu amor idhunita despertaste mi curiosidad hasta contagiarme…

Sobre la autora: (Transcripción textual de su web http://www.lauragallego.com/noticias.htm)

Nombre completo: Laura Gallego García.

Fecha de nacimiento: 11 de Octubre de 1977. Tengo 30 años.

[…]Lugar de nacimiento: Quart de Poblet (Valencia)

Empecé a escribir…

...a los 11 años. Mi amiga Miriam y yo decidimos escribir un libro de fantasía. Se llamaba Zodiaccía, un mundo diferente, y trataba de una niña que viajaba a una isla mágica donde todo tenía que ver con los horóscopos. Tardamos tres años en acabarlo y salió una cosa muy larga, de casi trescientas páginas. Ese libro nunca se publicó, pero yo ya sabía que quería ser escritora.

Empecé a publicar…

...a los 21 años. Después de acabar la Secundaria entré en la Universidad de Valencia, a estudiar Filología Hispánica para ser, en un futuro, profesora de literatura. Seguía escribiendo, pero no publicaba nada. Hasta que escribí Finis Mundi, que fue el primer libro que publiqué. Era el libro número 14 que escribía y no había publicado nada antes, así que no tenía ninguna esperanza cuando lo envié al Premio Barco de Vapor (hacía ya varios años que participaba, pero no había suerte)… ¡y resultó que gané el Premio!

¿Qué hago ahora? Aparte de escribir.... muuuchas cosas:

-Acabé la carrera y ahora estoy haciendo el doctorado, trabajando en mi tesis sobre el libro de caballerías Belianís de Grecia, de Jerónimo Fernández, publicado en 1579. Aunque con toda la fiebre idhunita he tenido que dejar la tesis aparcada durante un tiempo, pero espero poder retomarla pronto.

-Sigo escribiendo libros. De momento ya van dieciséis novelas y cinco cuentos publicados, y un libro más que está en camino. […]”

domingo, 24 de agosto de 2008

Algunos me devuelven la sonrisa...

Hace unos días una colega me comentaba sobre la intención de algunos alumnos del Profesorado de cambiar de institución pues en otra supuestamente las cosas eran más fáciles, y no fue necesario corroborar que mi materia era precisamente uno de los motivos de su interés por migrar hacia aguas menos turbulentas.

No es necesario aclarar que no me cayó bien la cuestión, me enojé mucho y estuve despotricando duro y parejo por un buen tiempo. Y por supuesto que dije que para mediocridad… bastaba y sobraba con la que ya había circulando por la docencia, que si se quería ir a engrosar la fila de ignorancia generalizada, agradecía que no esperasen que yo colaborase en ello, sin duda al alejarse me estaban ahorrando un conflicto.

Hasta que empecé a pensar con seriedad en que no es extraño que los jóvenes y no tan jóvenes elijan todo aquello que no les suponga esfuerzo, ni empeño, ni trabajo, ni siquiera un mínimo de dedicación.

En los últimos tiempos, la docencia no es ejemplo de nada.

Cuando uno debiera esperar de esta profesión personas que contraen un compromiso de por vida con otras personas a las que ayudan a formarse, con las que pretenden colaborar en la construcción de saberes, de valores, de conocimientos, es frecuente ver qué equivocadas son las generalizaciones.

La docencia suele ser una carrera corta, no muy dificultosa, de fácil acceso al mundo laboral, con un mínimo de estabilidad (aun cuando al principio se cambia frecuentemente de lugar de trabajo se consigue dónde ubicarse sucesivamente una vez ingresado en el sistema), y estas virtudes opacan dos defectos que suelen caracterizarla: poca remuneración y cuestionamiento social. Y aunque lo primero parece ser una generalidad en más de un país, una triste constante; para lo segundo prontamente se desarrolla una estrategia de autodefensa muy similar a la piel de dinosaurio…

No se confundan: amo esta profesión, la elegí y volvería a hacerlo, ejerzo en ella con vocación y el máximo de responsabilidad que me sea posible dar. Pero quizá por eso mismo no deja de causarme desilusión, de angustiarme, de preocuparme la dejadez, la ignorancia, la desinformación, la poca formación, el escaso respeto por el saber, el poco respeto/interés genuino/ por el otro/sujeto que aprende -niño, adolescente, adulto-… que suelen aliarse a la tarea educativa.

Temor a la autocrítica, a la opinión ajena, a evaluarse/ser evaluados, soberbia supina del que se cree más y dueño del saber aún en estos tiempos, imposibilidad de dudar, de evolucionar, de crecer…

Aunque siempre existen pequeños milagros, y son aquellos que se animan, que se juegan, que saben que hay que seguir aprendiendo, que no se desaniman y son capaces de aceptar la exigencia y los desafíos, esos que no se amilanan y recursan más de una vez una materia, esos que se presentan a rendir cada vez más preparados, esos que aceptan sus limitaciones y son capaces de dar el salto, esos que no creen que uno sea malo porque no les tiene lástima y los aprueba de pura pena.

Y andan muchos por ahí, y cuando los encuentro me devuelven la sonrisa.