domingo, 24 de agosto de 2008

Algunos me devuelven la sonrisa...

Hace unos días una colega me comentaba sobre la intención de algunos alumnos del Profesorado de cambiar de institución pues en otra supuestamente las cosas eran más fáciles, y no fue necesario corroborar que mi materia era precisamente uno de los motivos de su interés por migrar hacia aguas menos turbulentas.

No es necesario aclarar que no me cayó bien la cuestión, me enojé mucho y estuve despotricando duro y parejo por un buen tiempo. Y por supuesto que dije que para mediocridad… bastaba y sobraba con la que ya había circulando por la docencia, que si se quería ir a engrosar la fila de ignorancia generalizada, agradecía que no esperasen que yo colaborase en ello, sin duda al alejarse me estaban ahorrando un conflicto.

Hasta que empecé a pensar con seriedad en que no es extraño que los jóvenes y no tan jóvenes elijan todo aquello que no les suponga esfuerzo, ni empeño, ni trabajo, ni siquiera un mínimo de dedicación.

En los últimos tiempos, la docencia no es ejemplo de nada.

Cuando uno debiera esperar de esta profesión personas que contraen un compromiso de por vida con otras personas a las que ayudan a formarse, con las que pretenden colaborar en la construcción de saberes, de valores, de conocimientos, es frecuente ver qué equivocadas son las generalizaciones.

La docencia suele ser una carrera corta, no muy dificultosa, de fácil acceso al mundo laboral, con un mínimo de estabilidad (aun cuando al principio se cambia frecuentemente de lugar de trabajo se consigue dónde ubicarse sucesivamente una vez ingresado en el sistema), y estas virtudes opacan dos defectos que suelen caracterizarla: poca remuneración y cuestionamiento social. Y aunque lo primero parece ser una generalidad en más de un país, una triste constante; para lo segundo prontamente se desarrolla una estrategia de autodefensa muy similar a la piel de dinosaurio…

No se confundan: amo esta profesión, la elegí y volvería a hacerlo, ejerzo en ella con vocación y el máximo de responsabilidad que me sea posible dar. Pero quizá por eso mismo no deja de causarme desilusión, de angustiarme, de preocuparme la dejadez, la ignorancia, la desinformación, la poca formación, el escaso respeto por el saber, el poco respeto/interés genuino/ por el otro/sujeto que aprende -niño, adolescente, adulto-… que suelen aliarse a la tarea educativa.

Temor a la autocrítica, a la opinión ajena, a evaluarse/ser evaluados, soberbia supina del que se cree más y dueño del saber aún en estos tiempos, imposibilidad de dudar, de evolucionar, de crecer…

Aunque siempre existen pequeños milagros, y son aquellos que se animan, que se juegan, que saben que hay que seguir aprendiendo, que no se desaniman y son capaces de aceptar la exigencia y los desafíos, esos que no se amilanan y recursan más de una vez una materia, esos que se presentan a rendir cada vez más preparados, esos que aceptan sus limitaciones y son capaces de dar el salto, esos que no creen que uno sea malo porque no les tiene lástima y los aprueba de pura pena.

Y andan muchos por ahí, y cuando los encuentro me devuelven la sonrisa.

7 comentarios:

Rocío Muñoz (Darkmoon) dijo...

Gaby, vi tu mensaje en JR. Gracias por todo. Y seguimos en contacto ;)
Sobre esta entrada...
No te rindas nunca, si de verdad te gusta tu profesión no la dejes porque existan personas que no saben valorarla. Sigue adelante y verás como muchas pero que muchas personas te devuelven la sonrisa :)
Un beso

VERONICA RODRIGUEZ dijo...

Hola Gaby: quisiera hacer un comentario sobre el artículo “Algunos me devuelven la sonrisa”. Como profesora del Nivel Superior coincido con vos: la docencia es una profesión que requiere de compromiso con uno mismo, con el conocimiento y sobre todo con los niños. Creo que es posible que siendo alumnos y pensando como tales nuestros estudiantes especulen con la idea de hacer una carrera “más fácil” o “más corta”. Pero estoy segura que somos nosotros, los docentes que amamos la tarea de enseñar, quienes podemos mostrarles que la meta no consiste en llegar al título. Eso no alcanza, es apenas el comienzo… por eso tenemos un nuevo desafío: confiar en su capacidad de elegir evaluando con criterios éticos y profesionales. Nuestra tarea consiste en depositar nuestra fe en ellos, y será trabajo de los más experimentados (egresados) mostrarles que al entrar a una institución ese tiempo destinado a rendir varias veces una materia es una inversión y no una pérdida. Queridos alumnos y ex alumnos: CONFIAMOS EN USTEDES Y ESPERAMOS DEJARLES UN LEGADO BASADO EN EL DESEO, EL COMPROMISO Y EL AMOR POR ENSEÑAR.

El rufian melancolico dijo...

Ortega y Gasset afirmaba que el "hombre masa" bajaba su nivel de exigencia para alcanzar sus objetivos con mayor comodidad,en cambio,la persona que busca la superacion tiende a ser mas exigente para mejorarse.Me parece que como sociedad hacemos lo imposible para exigirnos apenas lo necesario como "safar" y en la educacion eso se nota y mucho,parece haber un gran esfuerzo por parte de muchos padres,alumnos y hasta docentes por enseñar cada vez menos,como si el objetivo de la escuela fuese conseguir un papel que certifique un conocimiento que tal vez no estè.Encontrar a personas que se esmeren por sacar lo mejor de sus pupilos dando lo mejor de si,me resulta placentero y esperanzador.Gracias por su vocacion.
Un saludo grande.
Paz

Gabriela Monzón dijo...

Darkmoon: gracias por tus palabras, la gente como vos, con tu entusiasmo, es precisamente la que me da ganas de seguir.
Un abrazo
Gaby

Gabriela Monzón dijo...

Gracias Vero,
Ambas sabemos de los casos de denodado esfuerzo, empeño, ganas de superarse de tantos futuros docentes que lo lograron al fin, son esos que yo llamo "nuestros milagritos", y ellos nos devuelven la sonrisa cuando se nos apaga con quienes nos contagian desesperanza.
Un beso grande
Gaby

Gabriela Monzón dijo...

Gracias por tu visita y generosos términos, Rufián melancólico.
Cuando una escribe estas cosas en realidad busca sacar de adentro un poco de la frustración que acompaña toda tarea docente, pues dejarla allí en el interior puede hacer que termine carcomiendo las ganas, el entusiasmo, el deseo de crecer. Y a mí especialmentr, compartir con otros estas ideas, pero además recibir el aliento cálido, me posibilita dar otra bocanada y volver a zambullirme...
Un abrazo
Gaby

Ainhoa dijo...

Mucho ánimo. Si hubiera más profesores como tú la sociedad avanzaría más deprisa y hacia lugares más bellos.
Besos.