Hay lecturas que nos marcan indeleblemente, que nos raptan y nos llevan en viajes inolvidables, y por más libros que conozcamos más tarde será imposible reemplazar o borrar la experiencia.
Puesto que Google tuvo la genialidad de
recordármelo, decidí homenajear al autor que dio origen a mi fascinación por
los libros de piratería, así como de algún modo dio vida -tantos y tantos años
después - a la identidad de este blog.
Comparto con ustedes dos de los fragmentos
para mí inolvidables y mágicos que siguen justificando la lectura de esta, mi
novela favorita de la niñez:
“El viento tensaba las velas. Y todos a bordo
gozábamos el mejor humor al ver ya tan cerca el final del primer capítulo de
nuestra aventura.
Y fue entonces, a poco de atardecer. La
tripulación descansaba; yo me dirigía hacia mi litera, cuando de pronto sentí
ganas de comerme una manzana. Subí a cubierta. El vigía estaba en su guardia,
en proa, aguardando la aparición de la isla en el horizonte. El timonel miraba
la arboladura y silbaba por lo bajo una canción; sólo se escuchaba el sonido de
ese silbido y el chapoteo del agua cortada por la proa y que barría el casco de
la goleta.
Tuve que meterme en el barril para poder
coger una manzana, ya que sólo quedaban unas pocas en el fondo. Me senté en
aquella oscuridad para comérmela, y, por el rumor de las olas o el balanceo del
barco, el hecho es que me adormecí. Entonces noté que alguien, y debió ser
alguno de los marineros más corpulentos, se sentó apoyando su espalda en el
barril, lo que dio a éste un violento empujón. Me despejé de golpe y ya iba a
saltar fuera de la barrica, cuando un hombre, cuya voz me era conocida, empezó
a hablar. Era Silver, y no bien escuché una docena de sus palabras, cuando ya
ni por todo el oro del mundo hubiera dejado de permanecer escondido, pues no sé
qué fue más fuerte en mí si la curiosidad o el temor: aquellas pocas palabras
me habían hecho comprender que las vidas de todos los hombres honrados que iban
a bordo dependían únicamente de mí.”
Me sentía acorralado; a mis espaldas, los
asesinos, y ante mí, aquella cosa informe y que presentía al acecho. Me
pareció, sin embargo, mejor enfrentarme a los peligros que ya conocía, que a
ese otro ignorado. Hasta el propio Silver me resultaba ahora menos terrible que
ese engendro de los bosques; así que, dando media vuelta y sin dejar de mirar a
mis espaldas, empecé a retroceder en dirección a los botes.
Entonces vi de nuevo aquella figura, y vi
que, dando un gran rodeo, pretendía sin duda cortarme el camino. Yo estaba
totalmente exhausto; pero, aunque hubiera estado tan fresco como al levantarme
de la cama, comprendí que no podía competir en velocidad con aquel adversario.
Aquella criatura se deslizaba de un tronco a otro como un gamo, y, aunque
corría como un ser humano, sobre dos piernas, era diferente a todos cuantos yo
había visto, porque corría doblando la cintura. Entonces me fijé y vi que se
trataba de un hombre.”

Fuente: http://www.biografica.info/biografia-de-stevenson-robert-louis-2315