domingo, 26 de agosto de 2012

De cambios, adioses, lecturas y tecnologías...

Si de promesas incumplidas se trata, creo que mi anunciado regreso a la participación en este y otros de mis blogs viene batiendo récords. Lo cierto es que parece ser que cuando más tiempo se tiene más se pierde, o esa es la impresión que me ha empezado a dar últimamente.
Hace unos años atrás, cuando viajaba al interior de mi provincia a dar clases cuatro días a la semana, y dividía mi tiempo entre mi trabajo en el secundario, la formación de maestros, la capacitación, el hogar, mis animalitos, ah, claro ...mi esposo... tenía tiempo y ganas para dedicarme a escribir ponencias, a crear ficción, a leer compulsivamente y ¡encima! a mantener en funcionamiento hasta cuatro o cinco blogs...
No estoy segura exactamente de qué ha sucedido, pero desde el 2010 en adelante, aún con más disponibilidad de tiempo para hacerlo he dejado de tener ese imperioso deseo de mantener activo este espacio virtual y los otros que tan entrañables me han sido desde que empezara mis andares en ellos allá por el 2007.
Supongo que no solo cambió mi estilo de vida al concentrar mi labor docente en mi propia ciudad (¡adiós eternos y odiosos viajes para trabajar!), sino también que al dejar la formación de maestros y empezar de cero en la formación de profesores en Lengua y Literatura sufrí una especie de shock de adaptación: dejé de enseñar literatura infantil, debí cambiar la alfabetización inicial por la didáctica de la lengua y la literatura en la secundaria, debí generar a pulmón la reflexión sobre la promoción de la lectura cuyo tratamiento en la universidad está totalmente obviado. Y sin duda, piénsese que inicié -bastante veterana en la docencia- la incursión en un espacio que me resultaba y me sigue resultando un tanto ajeno (hablo de la universidad, puesto que provengo de años de ejercicio en un instituto de formación terciaria) lo que me llevó a descubrir cuán llena de guetos está la educación.
Y si vamos a buscar razones no puedo menos que pensar en que se suman además una serie de motivos de diverso calibre. Uno de ellos -quizá el de más peso, puesto que el ser docente ha sido uno de los ejes de este y mis otros blogs- es el de padecer una cierta desilusión acerca de esta profesión a la que he dedicado incansablemente más de 20 años de mi existencia. Diversas circunstancias me han llevado a pensar que darle la vida a una profesión casi hasta el agotamiento y con un entusiasmo a prueba de todo tipo de contratiempos quizá haya sido pecar de soberbia o -en el mejor de los casos- de ingenuidad... 
Así las cosas, no puedo menos que reconocer que aunque la docencia sigue constituyendo un eje central de mi vida diaria puesto que sigo ejerciéndola y es el trabajo al que me dedicaré (tal y como van las cosas) hasta jubilarme; como suelo decir en ocasiones ..."ya estoy muy vieja para estos trotes": para lidiar con directivos incompetentes, con padres irresponsables o irracionales, con adolescentes indiferentes y agresivos, y con un sistema que es casi una picadora de carne: burocrático, inflexible, fosilizado y manejado mayormente por políticos corruptos e ineptos. Sí, millones de personas en ella son geniales, pero uno no se las cruza todo el tiempo y a cada paso, y lo cierto es que con los años el árbol empieza a tapar el bosque...
Entonces, con pocas ganas de seguir ejerciendo la docencia, empecé a sentir pocas ganas también de continuar el blog...
En otro orden de cosas, quizá deba hacer un honesto "mea culpa" y  reconocer que mi querido blog, aun cuando cuenta con un grupo increíble de seguidores, aun cuando haya gente fabulosa que lo visita fielmente, aun cuando tantos hayan echado de menos sus publicaciones, fue quedándose en el tiempo: no me uní al loco tren de las redes sociales y me niego a hacerlo, no incorporé cada nueva herramienta digital que el resto de los bloggeros probaba a cada paso y me mantuve fiel a mi estilo proveniente del mundo letrado y no del audiovisual: lleno de "mucho escrito".
Paralelo a todo esto, siguió y sigue (¡al fin algo que no cambia!) mi apasionado amor por los libros, la lectura, y sin duda muy especialmente la literatura juvenil. Sin embargo, empecé a sentir que habiendo tanta súper-abundancia en la red de recomendaciones de literatura en general y de juvenil en particular, además de que llegó un momento en que no podía seguir el ritmo de lo publicado (incluso en este país tan mezquino a la hora de editar lo que se publica en otros sitios), mis reseñas iban a contramano del mundo: pocas, atrasadas, una entre millones... Sí, una tontería, porque una de las cosas que han caracterizado el blog han sido mis recomendaciones de libros, y sin duda ha habido gente muy generosa que las ha leído, seguido, ponderado, comentado, pedido, en fin...

Así las cosas, dos hechos más jalonaron este tiempo de "ausencia", y en cada ocasión en que decidía volver al blog se me atravesaron en el camino reclamando un espacio de esa tarea escrituraria y -debo reconocerlo- haciéndomela difícil, y aunque en esta ocasión quizá no los aborde como se lo merecen -ya agarrado el toro por las astas- no los dejaré de lado. Son dos hechos tristes, dolorosos, desconcertantes como la vida misma, pero que mi en blog debo aludir.
Uno de ellos es el fallecimiento de ese hombrecito enorme y amoroso que fue Eduardo Dayán, exultante de júbilo y energía,  lleno de generosidad, pleno de calidez, de entusiasmo, de poesía, quien se acercó a mí -una perfecta desconocida- con un abrazo y una sonrisa aquel día en que por primera vez leía una ponencia en el Congreso de promoción de la lectura y el libro en la Feria del libro de Buenos Aires, e hizo que esa aventura valiera la pena. Y desde entonces, me alentó, me aconsejó, me convidó con infinitos gestos que solo los que amamos la lectura podemos compartir sintiéndonos hermanados en una solidaridad silenciosa.
El segundo fue la partida hacia similares rumbos de Gustavo Roldán, con cuyas historias de animales reí hasta las lágrimas y lloré hasta la risa, y convidé a tantos futuros maestros.
Para mí se hace extraño aceptar que en la literatura infanto-juvenil pesan esas ausencias.

Y aun así, siempre hay algo que nos reclama en aquellos espacios en que hemos gozado, en que hemos construido una pizca de nuestra felicidad... En este tiempo de alejamiento ha habido personas maravillosas que se acercaron pues vaya a saber por qué caminos llegaron a algunos de mis blogs, hallaron algo valioso en ellos, y les dio ganas de comunicarse; o se acordaron de lo que yo hacía y generosamente decidieron escribirme. 
En fin, a veces los silencios son necesarios, quizá sea el momento de volver a lanzar palabras al mundo, porque siempre hay alguien esperando en los caminos infinitos de la red, y las palabras, como las piedas arrojadas al río, generan ondas que uno nunca saben dónde irán a parar...

Gabriela


Gracias Alicia Martínez de Luis Beltrán, Cristina Velázquez de Buenos Aires, y Jaqui Brandolín (mi queridísima ex alumna), uds. fueron algunas de las voces que me terminaron decidiendo a volver al blog.