domingo, 21 de junio de 2009

Vampiros de Morganville de Rachel Caine… seis tomos y vamos por más

Acabo de terminar la lectura de la sexta novela de Vampiros de Morganville, y casi podría decir… ¡por fin algo que se parece a un final! Uno de los que a mí me gustan: felices.

Si quisiera, Rachel Caine podría dejar en este punto la historia, cerrar acá, ofrecer un descanso a sus carismáticos personajes, permitirles gozar un poco de paz y de merecido reconocimiento.

Pero claro, sé que la cosa no ha terminado, y ese tan deseado equilibrio no va a durar mucho, pues en breve verá la luz (en inglés, aún en español no existen) el séptimo libro de la saga.

En fin, reiniciaré feliz la lectura … porque desde que la red me brindara pródiga el primer tomo, he estado pegada a sus páginas devorando sin respiro cada renglón de lo que constituye la saga hasta hoy: La casa Glass, El baile de la chica muerta, Callejón de medianoche, El banquete de los idiotas, El señor del caos, Carpe Corpus.

Y esto sucedió, no sólo porque las novelas me parecen originales, interesantes, sólidas y entretenidísimas; sino por el sagaz artificio narrativo que usa Caine, con el que nos engaña haciéndonos creer que en la última página (¡de una vez!) las cosas van a tranquilizarse, sin embargo los últimos dos renglones nos demuestran sin piedad cuán equivocados estábamos, pues un nuevo conflicto acaba de anunciarse.

Sí, ya sé que esto no es “descubrir América”, otros autores lo han realizado ya. Sin ir más lejos las Crónicas Vampíricas de L. J. Smith usan un recurso similar, pero aclaro que ni se le acercan en maestría a cualquier tomo de Morganville. Me ha sucedido de estar leyendo Conflicto de Smith paralelamente a los libros de Caine, para ser más exacta leí toda la saga a la vez que me arrastraba por las páginas de Conflicto con molesta impaciencia, deseando de una vez que los personajes dejasen de tontear y se decidiesen a actuar, mientras que leyendo a Caine una ni sueña con plantearse eso. Al llegar al final de las Crónicas he deseado tener el tomo siguiente por el hecho de que lo mejor de los libros está en las últimas páginas y en las primeras, más que en el insulso resto; sin embargo, eso no es posible con las aventuras de la pequeña y atrevida Claire, la irreverente y gótica Eve, el fuerte y tierno Shane, y el dulce y terriblemente seductor Michael Glass.

He reconocido más de una vez que si de vampiros se trata no suelo ser muy objetiva, pero en realidad he dicho también que si de arte (literatura, cine, etc.) se trata la objetividad es un mito. Se opina desde las entrañas, se dice lo que humanamente puede y quiere de cómo le han impresionado las obras, y siempre… siempre… siempre la opinión es personal

Así las cosas, espero fervientemente la traducción oficial y edición en español de estas novelas, que no creo en absoluto una saga juvenil fantástica vampírica romántica más de las que pululan.

En cuanto a la historia, trata de una joven de “casi diecisiete” (como suele decir ella) que ingresa precozmente a la Universidad de la tejana ciudad de Morganville y descubre ni bien pone un pie en ella que en cada sitio existen los que se creen más que otros por tener poder económico y belleza. Su primer día empieza terriblemente mal cuando una muñeca bonita y psicótica llamada Mónica Morrell y su cohorte de aduladores, ponen en riesgo su vida haciéndola rodar por las escaleras. Sanamente escarmentada y en busca de un lugar donde vivir fuera del campus, termina golpeando a la puerta de un trío de jóvenes algo mayores que ella que comparten los gastos viviendo en casa de uno de ellos, un atractivo y misterioso chico llamado Michael Glass.

A pesar de la reticencia inicial de todos ellos a albergar a “una menor”, terminará conviviendo y enlazando su destino al del grupo de amigos, junto a los cuales hallará un hogar y el amor: la exótica muchacha gótica llamada Eve, el extraño y fatalmente atractivo dueño de casa, y Shane, quien se convertirá en una de las más fuertes razones por las que decidirá quedarse en Morganville. Aunque los otros tratarán de protegerla en una ciudad que oculta un costado macabro y horrendamente peligroso que todos parecen disimular, Claire, no sólo es brillantemente inteligente, sino sagaz, valiente, testaruda y nada apocada, a pesar de su pequeña estatura.

Obviamente que las aventuras se sucederán hasta el caos absoluto que se irá desbocando progresivamente en transcurso de las novelas, en el que no es menor el papel que juega la jovencita que llegara ingenuamente a Morganville, sitio que verá afectado definitivamente su futuro por su intervención.

Sobre la autora:

Rachel Caine es un seudónimo de Roxanne Longstreet Conrad, una escritora norteamericana de ciencia ficción, fantasía, misterio y horror. También publica como Julie Fortune.

Rachel ha estado escribiendo y publicando novelas y cuentos desde 1991. Es música profesional y tuvo el honor de haber tocado con leyendas musicales tales como Henry Mancini, Peter Nero, y John Williams. Es una aficionada a las películas y la TV, su filme favorito es Pitch Black (lo que me parece maravilloso, pues me apasiona).

Caine realiza la mayor parte de su labor de escritura en una cafetería cerca de su casa. Sostiene, como su pequeña y osada personaje Claire Danvers, que encuentra el café “mocha”* "muy inspiradora." También escucha música mientras escribe, y su lista cambia según el proyecto que tenga entre manos.

*variante de café que se prepara con chocolate, leche batida, crema, canela.

lunes, 15 de junio de 2009

Pido prestadas palabras cuando me harto de decir lo mismo...

“[…] en primer lugar, la enseñanza de la lectura no debe hacer que su aprendizaje constituya una carga abrumadora para el niño, que lo haga sentirse incompetente para apropiarse de un instrumento que le va a ser tan necesario. Es imposible que nadie pueda encontrar satisfacción en algo que le representa un esfuerzo insalvable, que le devuelve una imagen devaluada de sí mismo.

En segundo lugar, la enseñanza de la lectura necesariamente ha de incorporar su dimensión lúdica, personal e independiente. En todos los niveles de la escolaridad hay que encontrar tiempo y espacio programados para el leer por leer, leer para uno mismo, sin otra finalidad que la de sentir el placer de leer. Para muchos niños y niñas, la lectura es algo mágico y cotidiano, un tiempo compartido con los padres, teñido de relaciones afectivas, cálidas y afectuosas, en el curso del cual han podido descubrir el conocimiento más importante relativo a la lectura: que sirve para entrar en un mundo que amplía el medio más inmediato; ese conocimiento debería poder utilizarse y profundizarse en el centro educativo. Pero como hemos señalado anteriormente, también hay otros niños que no han tenido la misma oportunidad de relacionarse con los libros; la escuela debería ser para ellos el lugar donde descubrirlos y disfrutarlos, donde pudieran vincular la lectura […] sobre todo a la posibilidad de acceder al significado del texto y al placer de leer.

No debería desprenderse de lo dicho hasta aquí que fomentar el placer de la lectura es algo independiente de cómo ésta se enseña; […] existe una estrecha relación entre lo uno y lo otro, y no podría ser de otro modo, pues una enseñanza de la lectura que no fomente el deseo de leer no es una buena enseñanza. […]”

SOLÉ GALLART, Isabel I. “El placer de leer”, Revista Lectura y Vida, N° 3, Año 16, septiembre de 1995.

Sobran las palabras, sólo quisiera que algunos de los maestros que prestan a mis alumnos de Profesorado sus aulas para sus primeras experiencias de enseñanza de la lengua lo tuvieran lejanamente en cuenta. Claro que no parecen haberse enterado de ello si les indican temas para dar como “el adjetivo”, “el verbo”, “las partes del cuento o de la noticia”; si de entrada se centra su labor en la transmisión de contenidos conceptuales dispersos, ajenos, descontextualizados, si los procedimientos están ausentes, si no hay en marcha proyectos de escritura y lectura que sostengan la formación de lectores y escritores entusiastas, apasionados, críticos, conscientes; lo que no se logra obviamente en una o dos clases sueltas al año, sino en una labor escolar constante que comienza en el nivel inicial y se extiende ininterrumpidamente hasta el último curso del secundario.

A veces me harto de decir lo mismo, por eso tomo prestadas las palabras de otros de los que aprendo a diario…